No es lo mismo dejar a que te dejen. Mola más lo segundo, para regodearte en el dolor, emborracharte sin buscar excusas y escuchar canciones intensas y sinceras como las de Sergio Dalma. Lo del catalán con el público fue amor al primer acorde, concretamente al ritmo de Esa chica es mía, una canción ambiciosa cuyo título no pasaría el corte en estos tiempos de corrección política.
Con ella, Josep Capdevila (la persona detrás del personaje) deslizó un mensaje que caló hasta el tuétano, alcanzando una popularidad que jamás le ha abandonado. La gira 30… Y tanto, en la que el impetuoso baladista celebra sus treinta años de éxitos, recala en el Auditòrium de Palma por duplicado, mañana y el viernes.
La selección de temas de 30... Y tanto es muy variada, ¿huye de la monotonía?
— Quería recuperar y refrescar canciones que habían tenido un paso discreto.
¿Palma es una plaza cómoda para Sergio Dalma?
— No hay ninguna plaza cómoda, hoy en día con la competencia que hay tienes que darlo todo para emocionar a la gente. Aunque en Palma la gente siempre ha respondido muy bien.
¿Cómo funciona su control de calidad, de qué depende que una canción acabe en un disco o en el cajón?
— Me tiene que emocionar, quiero enamorarme de ella.
¿Es usted su peor enemigo?
— La persona y el artista se llevan bastante bien, aunque hace años el personaje quiso imponerse, pero fue muy puntual, hoy está todo bien.
¿Qué cosas mantiene en común con aquel chaval de 19 años que asomaba por los escenarios?
— Muchas. En el último disco trato de recordar mi carrera, desde mis principios cuando tocaba con una orquesta hasta ahora.
¿Cuál es su mayor orgullo profesional?
— Siempre he sido un currante, disfruto con lo que hago y me gusta compartirlo con la gente.
¿Duele más dejar o ser dejado?
— Cuando uno siente de verdad ambas cosas duelen.
¿Cuál es la última canción que ha descubierto y no puede dejar de escuchar?
— Pues mira, este fin de semana fue el festival de San Remo y la verdad es que la canción ganadora, de Diodato, me tiene totalmente enganchado.
¿A quién le daría el premio Nobel de la música?
— A Serrat, es un artista por el que siento predilección, me gusta todo en él, su forma de cantar, de hablar y de hacer las cosas.
¿De tanto cantarle al amor, ¿teme que se le agoten los argumentos?
— No. Pasan los años, cambian las modas y los hábitos, fíjate que ahora la gente se enamora por Tinder, pero hay argumentos que nunca se agotarán.
¿Con qué personaje del cine o la literatura se siente reflejado?
— Siempre he sido muy luchador así que sería en alguien rebelde que luche por lo que siente.
¿Qué le provoca subidón?
— Subir al escenario, aunque es una sensación un poco masoquista, acojona y da placer.
¿Ha pensado como será el momento en que el éxito le deje de sonreír?
— Me gustaría que fuese algo natural, como ha sido mi trayectoria. Irme sin hacer ruido.
¿Qué concierto, propio o ajeno, le cambió la vida?
— El que empezó esta gira en Murcia. Llevaba tiempo sin pisar un escenario y ver la respuesta de la gente me quebró la voz, fue muy emocionante.
¿Con qué estilo musical, sencillamente, no puede?
— Lo respeto todo, sobretodo en estos tiempos en los que a las personas nos cuesta convivir con quien tiene diferente criterio.
¿Existe algún sitio que le inspire en especial?
— Me gusta pasear por la montaña, cuando mi cabeza está caótica me sirve para despejarme.
¿30 años después, qué siente cuando ve su foto en la prensa?
— No me gusta verme, me gusta pasar desapercibido.