El Premi Mallorca de Creació Literària 2019 de Narrativa fue para una novela hecha de nueve relatos independientes, pero cosidos entre ellos. L'avi Antoni, Rimbaud i el monument al general Prim es, según su autor, Miquel Esteve, «los relatos se pueden leer en el orden que desee el lector, como Rayuela de Cortázar o Pulp Fiction en el cine».
Esteve, que ha ganado uno de los premios mejor dotados de la literatura española, ejerce de empresario agrícola en Mora de la Nova (Reus) y ahora está inmerso en la campaña de aceite de mandarinas. Eso sí, «soy muy kantiano y me levanto a las cinco de la mañana para escribir». Autor de siete novelas, ahora está buscando editorial para publicar la última, galardonada por el Consell de Mallorca.
¿Cuál fue el inicio de esta novela?
—Hace veinte años. Soy un mitómano de Rimbaud. Me gusta mucho su precocidad y su rebeldía. Con dieciséis años escribe versos y se va de las provincias a París, pero está por encima de todos los demás y se da a la mala vida con Verlaine. Uno de sus poemas, La Chasse Spiritualle, une toda la historia. Se le considera su mejor obra, es como un grimorio del que se dice que tiene incluso poderes.
¿Qué ocurrió con ese poemario y cómo encaja en su novela?
—Desapareció y une toda la historia. Aterrizó en manos de mi bisabuelo, que fue alcalde de Reus, industrial textil y escritor. Y lo he descubierto ahora al documentarme para la novela. En aquel momento, Reus eras la segunda más importante detrás de Barcelona.
¿Qué narra en esos nueve relatos entrelazados?
—Narro diferentes episodios, desde como Rimbaud escribió La Chasse Spirituelle, a la falsificación de este poema en 1949 que provoca una guerra de egos, cómo lo recibió mi bisabuelo... Son nueve pequeñas novelas cerradas y un epílogo que cierra toda la trama.
¿Por qué se presentó al Premi Mallorca?
—Mi agente literaria. Sandra Bruna, leyó la novela, mi séptimo libro, y me dijo que era digna de premio literario. Decidimos presentarla al Premi Mallorca de Narrativa por su repercusión, porque está muy bien dotado. Ya me había olvidado del concurso cuando me llamó un técnico del Consell para decirme que había ganado. Aluciné, me hizo mucha ilusión. Es un premio muy bien dotado y con mucho prestigio donde no hay ninguna editorial que influyera en el resultado. De hecho, había quedado varios años desierto.
¿El hecho de que quedara desierto no le echó para atrás?
—Cuando vi la composición del jurado quedé sorprendido. Gabriel Janer Manila lo ha ganado todo. Sebastià Bennàssar es alguien muy crítico que no se casa con nadie. Y también estaba Neus Canyelles o Laura Gost, una escritora joven que está haciendo cosas interesantes.
¿Tiene editorial para su novela?
—Será una editorial catalana. Cuando empiece la promoción, lo haré a fondo. Me mucho el trato con el lector. La novela deja de ser tuya, es de quién la compra.
Además de escritor de siete novelas es también empresario agrícola. No es un perfil muy habitual en la literatura.
—Antes había trabajado en el mundo de la banca y las consultoras financieras. Había sueldos muy importantes pero mi trabajo no me gustaba nada. Ahora tengo una empresa agrícola y estoy en plena campaña de aceite y mandarinas. Combino la agricultura con la escritura y soy muy kantiano con mis horarios. Me levanto a las cinco, escribo hasta las ocho. Luego me pongo con mi empresa agrícola y después de cenar me pongo de nuevo con mis historias. Escribo mucho pero mi faena me encanta.
En sus otras novelas hay también superventas como 'El juego de Sade'.
—Con esa novela lo peté. Vendí cuatro ediciones en castellano, dos en catalán, se tradujo al portugués y en la edición de bolsillo llegamos a los 5.000 ejemplares. Es un thriller erótico y filosófico que se inspira en Sade. Con este libro cogimos la senda de Cincuenta sombras de Grey pero en mi novela sí había sexo explícito y sadomaso, pero desde un punto de vista filosófico. En Catalunya son muy pulcros, parece que aquí no se puede escribir de sexo. Era una crítica a la razón hedonista y moralista.