El historiador y periodista cultural Tomeu Canyelles (Pòrtol, 1984) acaba de publicar un nuevo libro, ¡Esta es nuestra guerra! Historia oral del punk en Mallorca (Editorial Calumnia). Después de presentarse en Algaida estas navidades, hará lo propio en la primera quincena de febrero en Palma. Tras la buena acogida del libro, se reimprimirá una segunda edición.
¿Qué intención tenía al escribir este volumen?
—Quería reformular, hacer una nueva versión del libro Breve historia del punk en Mallorca. Era muy breve y lo he desmontado, corregido y ampliado. Es una historia de minorías, pero muy rica por cómo ha evolucionado a lo largo del tiempo. Es un género músical que se caracteriza por la permeabilidad a los cambios sociales, económicos y políticos. Es un testimonio de muchos hechos claves, como las protestas anticapitalistas, la masificación, el turismo de masas o la represión. Sus miembros han participado en conciertos y asambleas.
¿Qué grupos destacan de esta escena musical tan desconocida?
—Trance es una banda que hace giras por Europa y Argentina. Orden Mundial hace giras por Estados#Unidos, y Puñal ha ido de gira por Sudamérica. Main Line 10 ha llevado a cabo pasos muy importantes en los festivales más grandes del género. Llegó a tocar en Japón y tiene una pequeña base de fans. Estos grupos de punk hacen muchas cosas, pero la sociedad mallorquina no es plenamente consciente de todos los movimientos que pueden originar. Luchan contra la cultura oficial y el feminismo. Aparecen muchos grupos en los años 80 y 90 y hasta ahora era una escena muy masculinizada. Pero también hay grupos con chicas en su formación o 100 por cien femeninos, como Desenterradas.
¿En qué ha cambiado el punk en estas décadas?
—Ha cambiado la percepción en cuanto a presencias sociales. Hay una base significativa de punk en Mallorca que no tiene visibilización, como otros tipos de artistas. Sus mensajes y estilos no comerciales son incómodos. Muchas letras punk son una denuncia, donde hay posos de crítica y sátira.
¿Cuáles son los motivos de esta protesta?
—En las letras de los ochenta nos sorprendería ver que hoy en día son muy vigentes. Por ejemplo, en los años de la represión, el grupo Eskoria (que surgió en Inca en los 80) hace un relato de una carga policial que no está muy lejos de lo que ha ocurrido en Barcelona o Chile. Una parte de su mensaje sigue vigente. Con el mensaje No future se retrata a una juventud desorientada, alienada a ciertas estéticas y éticas, en las que el punk es una vía de escapatoria. En el punk, además, interactúan generaciones. Es un género inclusivo que acoge a gente de todas las edades y tiene capacidad de adaptarse.
¿Cuándo irrumpe el punk en la Isla?
—En Madrid, Barcelona y Euskadi surge a finales de la década de los años 70. Aquí el punk entra tarde, a partir de 1983.En Deià había muchos extranjeros que incorporan ideas para la creación del grupo Off Beats. El primer precedente en el que formaba parte, por ejemplo, Tomas Graves, y que organizan conciertos contra el turismo también a finales de los 70.
¿Por qué tarda tanto en entrar en la escena insular?
—Mallorca no cumple el prototipo de escenario punk, que nace en ciudades industriales y en los suburbios. Aquí hay una bonanza económica, es una pequeña isla con sol. Es otro escenario. Este libro es la historia atípica del punk en un escenario atípico, por lo que ha creado una historia tan rica. Eskoria, por ejemplo, nació en las afueras de Inca y está formada por hijos de peninsulares con trabajos precarios. También en diferentes puntos que se van conectando: Manacor, Deià o Palma, que se desarrolló en los locales de ensayo de La Femu, en una ciudad que estaba muy trocada por la delincuencia.
La portada es una escena de la época.
—En portada aparece Martí Garau, que falleció a finales de septiembre en un accidente de moto, que formó parte de Orden Mundial y Puñal. La fotografía es de Aina Climent y retrata a uno de los grandes referentes de la escena punk.