Plácido Domingo se ha defendido de las acusaciones de acoso sexual de varias mujeres recogidas por Associated Press el pasado verano y ha asegurado que «nunca» se ha comportado «del modo acosador, agresivo y vulgar» que le reprochan y que ha sido «galante» en los «límites de la caballerosidad».
Así lo proclama en sendas entrevistas publicadas este viernes por ABC y El Confidencial con el barítono madrileño, que ensaya en Valencia «Nabucco», su regreso a los escenarios españoles tras las acusaciones, varias cancelaciones en Estados Unidos y la renuncia por su parte a la dirección de la Ópera de Los Ángeles.
El cantante reconoce que ha vivido unos meses «muy difíciles», aunque se ha sentido arropado por sus amigos, compañeros y el público, e insiste en su defensa asegurando que «nunca» ha prometido a nadie «un papel y mucho menos una carrera» y que «jamás» ha obstaculizado «el camino de nadie».
Asegura que le sorprendieron las cancelaciones de los teatros estadounidenses frente a los europeos, que cree que se han enfocado en su trayectoria y no en unas acusaciones que nunca llegaron a plasmarse en denuncias: «Ante la opinión pública fui acusado, juzgado y sentenciado, todo de un solo golpe sin el más mínimo beneficio de la duda, incapaz de hacer o decir nada ante una maniobra increíble e imparable».
Admite también que «desde hace un tiempo» piensa en dejar los escenarios de la ópera porque cada día se le hace «más larga» la intensidad de ensayos y funciones.
Sobre su dimisión como director general de la Ópera de Los Ángeles, explica que lo hizo «por respeto», mismo motivo por el que renunció a las funciones en Nueva York, si bien reitera que «nunca» ha abusado de su posición.
Domingo también habla de su primer comunicado, en el que decía que «las reglas por las que somos medidos hoy son muy diferentes de lo que eran en el pasado», apunta que «en absoluto» pretendió «relativizar el abuso o el acoso» y opina que «se malinterpretó por muchos».
Añade al respecto que los españoles son «cálidos, afectuosos y cariñosos», que existe una «cultura del piropo» y que él ha sido «galante», pero «siempre en los límites de la caballerosidad, el respeto y la sensibilidad».