«Hay que coger el hacha y romper la visión que tienen algunos de Jane Austen como escritora romántica y sentimental. Jane Austen no es de color rosa». Así de contundente se muestra la traductora Marta Salís, mallorquina de adopción, que acaba de publicar en Alba Editorial Las cartas de Chawton, un volumen que recoge trece cartas de Jane Austen y seleccionadas por Kathryn Sutherland para la Bodleian Library de la Universidad de Oxford.
«Al no conservarse anotaciones personales ni diarios, las cartas son el único testimonio donde Jane Austen habla y escribe con su propia voz. Por eso, son tan valiosas», advierte Salís. «Como la familia estaba muy dispersa, su hermana Cassandra y ella se separaban a veces para visitar a sus hermanos y sobrinos, y las dos se escribían continuamente. Así, mantenían unida e informada a la familia, a quienes siempre leían las cartas en voz alta», detalla.
«Jane era una gran escritora de cartas, que nos acercan a su vida cotidiana. Para ella, hablaban de ‘importantes naderías', de minucias trascendentales», agrega.
Mordaz
Salís destaca que Austen «satiriza como nadie los vicios domésticos y las conductas irracionales. Y sus diálogos están llenos de humor y dobles intenciones. No puede ser más mordaz ni más irónica. Sus novelas están llenas de madres estúpidas, clérigos sin vocación, personajes egoístas, arrogantes».
En este sentido, admite que «es cierto que nunca salió del entorno familiar y que escribió sobre lo que veía a su alrededor. Pero iba más lejos. Me gusta imaginarla como una especie de pintora de miniaturas: cada trazo, cada palabra, es importante en ella. Y es que estudiando a una familia, se puede estudiar el mundo entero». Además, la traductora opina que «no hay que olvidar que es una escritora canónica; Henry James la ponía a la altura de Shakespeare o Cervantes. Al mismo tiempo, es un ídolo de masas. ¡Tiene hasta un billete de 10 libras esterlinas!».
Así, Salís reitera que «una asignatura pendiente es que los hombres españoles lean a Jane Austen y se quiten de la cabeza que era una escritora ñoña». «De hecho, cuando traduje Orgullo y prejuicio, uno de mis hijos se sorprendió de lo mucho que se divirtió leyéndolo. Creía que era cosa de romances y casamientos, pero ¡qué va…!», cuenta.
Libre
Por otra parte, Salís subraya que «cuando escribió Orgullo y prejuicio tenía solo 21 años, pero ¡cómo analiza el alma humana! Y es que fue una pionera del pensamiento libre, una mujer adelantada a su época. Basta con fijarse en sus heroínas. De todas ellas, mi favorita es Elizabeth Bennet, de esta misma novela, aunque también adoro a las hermanas Dashwood, de Juicio y sentimiento, y a Anne Elliot, de Persuasión, una novela preciosa de segundas oportunidades.
La heroína más ñoña de todas es Fanny Price, de Mansfield Park, y, sin embargo, hay un capítulo impresionante en la novela en el que ella vuelve a vivir con su familia, que es muy humilde, después de haberse criado con unos tíos ricos, y se da cuenta de que no puede soportar la pobreza y la suciedad de sus padres y hermanos. Quizá ahora parezca una tontería, pero es algo muy bestia para la época. Y, además, los parientes ricos tienen plantaciones en las Antillas, así que el esclavismo aparece también sutilmente», analiza.
Ahora Salís está preparando una nueva antología para la misma editorial, Alba, que será la octava. Sin poder dar muchos detalles, avanza que acaba de traducir a Conrad y empezará con Guy Maupassant.