Los historiadores no solo bucean en archivos o libros antiguos: los hay que estudian la música hippy, el punk, la música bakala e incluso el trap se convierte en objeto de estudio académico. Tomeu Canyelles ha sido, junto a Francesc Vicens, coordinador hasta ayer las XXXVII Jornades d'Estudis Històrics Locals. El experto ha expuesto su visión alejada del clasicismo y la historia oficial: su ponencia se basó en las subculturas, marginalidades y underground de la música en las Islas. Canyelles ha dibujado el marco sonoro de la contracultura de los últimos sesenta años.
El pasado jueves abrió las Jornades d'Estudis Històrics que este año se han centrado en la música. ¿Qué ha centrado su estudio?
— Desde los años 60 hasta 2019 ha habido en Baleares un conjunto de tribus urbanas. En los años 60 estaban los beats, con la influencia musical en el pop a partir de los Beatles. Se les consideraba peligrosos. De hecho, el asesino de la niña Paquita Garrido fue rebautizado por el ‘Beatle Asesino' por llevar el pelo largo como ellos. En los 70 estaban los hippies. En los 80, los punkis eran sinónimo de violencia. En los 90, la música electrónica y el movimiento bakala. A partir de los 2000 se desarrolló el hip hop y, después, el trap. Son las tribus más paradigmáticas.
¿Qué tienen de interesante?
— En el hip hop hay cierta sensación de peligro. Es el caso de Valtonyc o Pablo Hassel, que trabajan en un género muy politizado: es el sonido del parque, de la calle. Los pioneros ahora son los traperos y los hiphoperos, que son de las últimas subculturas que se han presentado en los últimos sesenta años.
El trap parece que lo domina todo ahora y que los indies se han quedado antiguos.
— La música de guitarra ha envejecido muchísimo. Y lo digo yo, que he formado parte de grupos musicales desde los catorce años. En la actualidad, estoy en las bandas Marasme y F.E.A. (Forces Elèctriques d'Andorra). La sangre nueva va hacia otras formas de expresión.
Usted es historiador y su tesis se centraba precisamente en la música como manera de explicar los cambios históricos.
— Un ejemplo es Magaluf: el hooliganismo conforma otro modelo turístico. Es el ejemplo de la ultraespecialización turística. Atrae a una clase media o baja cuyos referentes musicales son Blur y Oasis. Tenemos allí una pequeña Inglaterra.
El trap ha sacudido el panorama musical actual.
— El trap tiene una visibilización muy importante. Junto con el hip hop, está muy adaptado a la cultura y el consumo cultural del siglo XXI. Ya no se venden discos, se mide en visualizaciones en YouTube. Los traperos graban una canción y la cuelgan allí. El trap revela una nueva forma de entender la música y el negocio. Subvierten la lógica con alternativas y las discográficas las están empezando a adoptar. Ya no tiene sentido vender discos y quedan residuos del vinilo, que apela al coleccionista. No existe el disco físico en casa, sino plataformas como iTunes, Spotify, YouTube, SoundCloud... El trap ha asumido bien ese cambio: tiene más éxito el videoclip con más visualizaciones, el músico con más seguidores en sus redes.
¿Qué ejemplos de traperos tenemos en Mallorca?
— Rels B tiene mucha proyección y destaca Tania Chanel. También están Mary Pachanga y KVINZ.
¿En qué se diferencian traperos de raperos?
— En el hip hop se subió el nivel del videoclip, cuidan su discurso y su estética con dientes de oro. Hay un punto de conciencia de clase y tiende a ser más colaborativo. Es el caso de Triga, La Puta OPP, Talegueros o Coto Privado de Caza. En el trap esgrimen una mayor individualidad.
El movimiento hippy, el beat, el punk... ¿Todos han estado presentes en la Isla?
— Sí, pero desde el margen del underground, en el subsuelo. El movimiento musical de los 60 hasta los 90 es predigital y muy condicionado por la actividad turística. El turista importaba una información cultural que no se daba en España, como la música beat. Los jóvenes buscaban una identidad diferenciada a la de sus padres, que escuchaban lo que promovía el régimen franquista: flamenco, zarzuela y Manolo Escobar.
Los Beatles llegan con el ‘boom' turístico.
— El picador busca a las turistas no solo para ligar: ellas, luego le mandan discos de su país. Es una música más moderna y sencilla, que les habla en primera persona. Mientras tanto, Lola Flores canta sobre la venganza.
Las oleadas de inmigración, ¿se percibieron en la música insular?
— Los extranjeros que vinieron a vivir se trajeron la música hippy. En los 60, con los peninsulares aparecieron muchos grupos con repertorios aflamencados. En los 90 vino mucha población argentina y aparecen grupos punk, como Mostros.