A sus 25 años, Sofía Ellar pertenece a una generación de artistas que ha sabido explotar las redes sociales para hacerse un hueco en la música. Nacida en Londres pero afincada en Madrid, esta cantautora con dos discos en el mercado se hizo eco colgando fragmentos de sus canciones en la red. Un folk-pop amable maridado con letras que rebosan vitalismo a la par que sueltan el látigo, como quien no quiere la cosa, denunciando las desigualdades sociales. El Auditòrium de Palma medirá su propuesta este viernes.
Desde el principio tuvo claro que las redes sociales serían la vía para explotar sus canciones, ¿qué le impulsó a hacerlo?
—Indagué en el tema haciendo el trabajo de fin de grado. Me dí cuenta de que no hay nada mejor que hacerlo al estilo Juan Palomo. Aunque también influyen la suerte, el trabajo y la constancia, claro.
¿Cuál es el punto de partida de su último LP, Nota en Do?
—Fue un punto de partida más complejo que el de mi primer disco [Seis peniques], porque cuando empiezas no te conoce nadie y no existe ningún tipo de expectativas. En el segundo sentí presión y me comí la cabeza. Sabía que debía seguir una línea de continuidad y lo he conseguido: Nota en Do es más maduro, pero igual de fresco.
La crítica subraya que sus canciones son atemporales, ¿a qué se debe esta seducción intergeneracional?
—A la sinceridad. Ni soy la mejor compositora ni la mejor cantante. Mi punto fuerte es la sinceridad. Al final te das cuenta de que es terapéutica tanto para el público como para mí.
A nivel lírico, sus letras expresan cierta preocupación por escapar de lo sensiblero y naïf…
—Es cierto, algunas abordan temas sociales que hay que tratar con mucha delicadeza. Pero a veces también es necesario un poco de azúcar.
¿Ha pensado que la mayoría de sus canciones tienen que ver con lo que uno nunca tuvo o con lo que perdió?
—Desde luego. Y también con los ‘y si...'. Creo que en esta vida hay que aprender de los errores, pero es positivo haberlos cometido.
‘De mi vida privada sólo hablo en mis canciones', dijo Leonard Cohen. ¿Hay algo de eso en su obra?
—Todo. Los cantautores hablamos en primera persona y escribimos de lo que nos pasa, incluso a veces exageramos un poco. De no ser así no podríamos inspirar al mundo.
¿De donde nace su sensibilidad hacia los individuos sin techo?, a los que cedió los beneficios del sencillo Humanidad en paro...
—Basta con encender la televisión para tomar conciencia de lo que está pasando. Las desigualdades sociales, el poco respeto al Medio Ambiente...
¿La guitarra es un buen refugio cuando el mundo le agobia?
—La guitarra y un papel en blanco son el mejor psicólogo que existe.
¿Qué permeabilidad tiene a las críticas?
—El sector más crítico lo tengo en casa. Mis padres son los primeros en llamarme la atención. Y en los conciertos siempre tengo a alguna amiga que me da una colleja para bajarme los humos. Los egos son malos, lo destruyen todo.