Este lunes se cumplirá una década sin Baltasar Porcel. En 2009 Barack Obama recibía el premio Nobel de la Paz; Penélope Cruz se llevaba el Oscar a Mejor Actriz Secundaria por Vicky, Cristina, Barcelona, y tuvo lugar el último atentado de ETA en Palmanova.
También hace diez años, las letras mallorquinas perdieron al autor andritxol más universal y estos días se han sucedido los homenajes que mantienen vivo su recuerdo. Familiares, escritores, lectores y vecinos han estado estos días recordando al más inmortal de los andritxoles. Una década en la que han pasado muchas cosas y, todas ellas, sin Porcel.
Debut
Y, sin embargo, su obra sigue vigente. Su debut en la novela se alumbra con Sol negre, publicada en 1961, que juega con el símbolo del escudo de un municipio asolado por la violencia y el rencor. El contrabandismo, la tierra y el mar son constantes en sus primeras líneas. Su última novela fue Cada castell i totes les ombres (2008), que escribió ya enfermo, pero siempre incombustible ante la hoja en blanco. En esa obra, Berta Barca vuelve a la palestra con un mundo transformado: inmigración, centros comerciales, los negocios y la política, la riqueza y la pobreza frente a frente. Els argonautes (1968), Cavalls cap a la fosca (1975), Les primaveres i les tardors (1986), El divorci de Berta Barca (1989), Olympia a mitjanit (2004)... Andratx, Barcelona y el mundo entero se citan en sus páginas literarias, en las que se funde también su inevitable vertiente periodística. Aquel joven de quince años que debutó en el semanario Andraitx con un artículo sobre El Pantaleu dicen que luego fue propuesto como candidato a ganar el premio Nobel de Literatura.
«En sus primeros escritos ya se veía como a finales de los 50 y 60 ya hablaba de asfaltar las calles y carreteras ante la llegada de los primeros turistas», recuerda el escritor Toni Planas, que fue su biógrafo y con el que colaboró en varias obras. «Trabajé con él en ellos fascículos semanales Reis de Mallorca. A partir de allí, nos unió una amistad personal muy grande hasta el momento de su muerte y me propuso escribir su biografía».
Baltasar Porcel trazó un viaje biográfico que se percibió en su obra. De Andratx a Palma, como estudiante de comercio, donde entró en contacto con escritores como Llorenç Villalonga, y de ahí pasó a trabajar en Papeles de Son Armadans, la revista de Camilo José Cela. El diario Balears y la editorial Atlante, de su amigo Pere A. Serra, fueron su siguiente parada.
Salto
Y de Palma a Barcelona, donde se sintió más reconocido. Allí se convierte en articulista de las revistas Serra d'Or y Destino, que llegó a dirigir. Y llegó La Vanguardia, con ese articulo diario donde se consolidó. Sin embargo, mantenía una relación estrecha con Mallorca y colaboraba con Ultima Hora. De hecho, recibió el Siurell d'Honor en 1987.
Planas se muestra pesimista ante el recuerdo del Baltasar Porcel autor: «El escritor comete un pecado, que es morirse. Y a los escritores se les olvida si no hay alguien que recupere su legado». Sin embargo, «ha dejado una literatura de un peso, un fondo y una calidad indiscutible. Es el mejor de los escritores en lengua catalana desde los años 50».
Harold Bloom incluyó a Porcel en el canon universal de escritores, recuerda Planas, y sigue vigente su «reflexión de la sociedad mallorquina preturística y cómo se produjo ese cambio de mentalidad con la llegada del turismo». Desde lo más local, sobre todo en los primeros años, hablaba «de los temas más universales, que preocupan al ser humano, con un estilo magnífico, lo que hizo que su obra se leyera en muchos países». De hecho, los escritos del mallorquín se han traducido a 14 idiomas.
Aunque es una fecha dolorosa para su círculo más cercano, el nombre de Porcel y su obra sale a la palestra, si es que alguna vez se fue. «Es la parte positiva de un escritor. Aunque él no esté, su obra, si es buena, permanece», dice su hija Violant Porcel. Estos años se han ido reeditando libros y se ha mencionado su obra, lo que sumado a la exposición Baltasar Porcel. Mallorca, Barcelona, el món, de la Obra Social laCaixa, «ayuda a recordar. Sus libros tienen vida propia», señala su hija, que agradece los actos y proyectos que se llevan a cabo en torno a su figura. Violant reconoce que «queda algún manuscrito, pero no se publicará a medio plazo».
Trabajador
Su hija aún le recuerda escribiendo en Andratx: «Trabajaba muchísimo en la casa de Sant Telm, a la que seguimos yendo mucho. La familia de Andratx es importante para nosotros». Violant rememora la imagen de su padre trabajando en sus artículos de La Vanguardia o en sus novelas: «Era su pasión, era muy disciplinado. Salía del colegio y tenía su estudio muy cerca. Hacía una parada para verle y estaba allí toda la tarde, dibujando mientras él trabajaba». Le recuerda también en sus estancias en Sant Telm. «Llamaba por teléfono a La Vanguardia y les dictaba el artículo. Más adelante, los mandaba por fax». Confiesa que valorarle como autor siendo su hija es difícil, pero considera que «es uno de los grandes escritores de la literatura catalana. Como lectora, no tengo ninguna duda. Releo algunos libros, algunos pasajes cada vez que viajo por el Mediterráneo». Y recuerda el libro paterno, Mediterráneo, tumultos del oleaje, que le acompaña como guía de viaje, un compañero de viaje tan «formidable» como su padre. De Andratx al mundo y vuelta al hogar.
Planas señala que libros como Sol negre, Lluna de Cala Llamp o Ametllers en flor «deberían ser lecturas obligatorias en los colegios». Una asignatura pendiente que permitiría que se mantuviera vivo entre los más jóvenes.