Tras ganar los Jocs Florals 2017 –uno de los premios con más historia de la literatura catalana– con Esquenes vinclades (Edicions 1984), Pau Vadell (Calonge, 1984), regresa con un nuevo poemario, Terra llarga (La Breu, 2019). Lo presentará el próximo viernes 12, en Drac Màgic, Palma, a las 20.00 horas.
Le dedica Terra llarga a Francesc Garriga, ¿por qué?
—Para mi generación fue un maestro muy importante. Nos enseñó a escribir y a ver el mundo de otra manera. También tiene alguna reminiscencia de Antoni Artigues.
Dice que con este volumen cierra una etapa poética.
—Sí, porque no sé qué haré a partir de ahora. Tengo muchos proyectos en marcha, aunque no estoy escribiendo nada. Sé que hay algo ahí cociéndose, pero, por primera vez, no tengo nada en el cajón. Además, está bien cerrar el ciclo con Artigues porque con él inicié mi vida poética. Fue con mi primer libro, Quan salives [Moll, 2005], en el que escribió el prólogo.
En Terra llarga da la bienvenida al lector y también se despide. En este último, afirma que «olvidamos nuestros poetas y nuestros maestros».
—Siempre se dice que hay que matar al padre literario porque, si no, lo acabas copiando. En este caso, tuve que matar bastante a Blai Bonet, todavía muy presente en citas y en conceptos, pero es normal, al ser los dos de Santanyí tenemos el mismo imaginario. Hay dos apartados dedicados a estos maestros: Memòria dels extrems y Òrbites.
¿Qué es Terra llarga?
—Creo que Terra llarga significa un derrame de alma. Siempre he dicho que vivo poéticamente, con y para la poesía, y ver que el mundo no funciona así me hace tener una percepción de la humanidad bastante sesgada. El libro está lleno de dualidades de tierra-cuerpo y de espacio-tiempo. En Esquenes vinclades hablo del retorno de Barcelona a Mallorca, donde el tiempo va más despacio, se alarga. Hay alguna referencia inconsciente que dice que estoy enterrado en la Isla, aunque estoy atado a cosas que me gustan, pues tengo muchos proyectos. Aquí contemplo la belleza de otra manera. Como licenciado en Historia, Mallorca es un paraíso lingüístico.
«Al planeta le quedan cuatro NODOS».
—Nos estamos extinguiendo como sociedad, es una crítica colectiva, de que la realidad va a peor. La gente está más quemada, también lo noto en el mundo literario. Todo el mundo se pelea en internet. El Twitter es para gente malhumorada; el Facebook, para jubilados, y el Instagram, para happy flowers.
El poemario llega después de Esquenes vinclades, Premi Jocs Florals 2017.
—De hecho escribí ambos de forma paralela. En estos dos años lo he revisado y creo que ha cambiado sustancialmente. El último apartado, Testicles, lo añadí a posteriori y ya se había publicado en una plaquette por Sant Jordi del año pasado, aunque solamente se hicieron 40 ejemplares. Es la parte más pornoerótica del libro, la más personal y potente de este tierra y cuerpo, es la parte sexual y por eso Sebastià Portell usó algún poema en la antología Amors sense casa.
¿Ha sentido presión al publicarse este poemario, después de ganar este importante galardón?
—No, pero es verdad que después de publicar el libro de Jocs Florals sé que habrá gente que lo comparará con Esquenes vinclades. Y sí, da respeto y puede que, precisamente por eso, hay esa explicación final, para dejar claras las intenciones del libro.
Parece que hay una tendencia en poesía de hablar del cuerpo.
—Socialmente, hay un debate sobre las identidades, también en política, con las corrientes feministas. Es un debate muy actual y la poesía tiene que hablar de la actualidad. A parte, también hay dos secciones que hacen ver ese cambio de rumbo poético hacia algo diferente, que no sé qué será, hay muchas referencias al vuelo, como si estuviera hambriento de libertad para volar.
¿Se estudiará a Pau Vadell en los colegios?
—No creo. La educación actual está deteriorada en temas de humanidades. Uno puede terminar la carrera de Filología Catalana sin haber leído nada de Blai Bonet. Un drama. Por eso desde los Cavall Verd reivindicamos la importancia de enseñar poesía. Algunos dicen que entenderla es difícil, pero es porque hemos dejado de comprender. Somos analfabetos funcionales, sabemos leer pero no comprender, no hay capacidad de retener ideas.