El filólogo Carlos García Gual ha destacado este domingo ante el pleno de la Real Academia el coprotagonismo femenino y la «simetría sexual» que estuvo presente en los inicios de la novela, un género literario que nació en la Grecia helenista y cuya renovación se alejó de la tradición clásica.
Al origen de la novela ha dedicado García Gual (Palma de Mallorca, 1943) su discurso de ingreso titulado Historias de amantes peregrinos. Las novelas griegas, en la Real Academia de la Lengua, donde ha tomado posesión de la silla J.
El helenista García Gual ocupa así la silla que dejó vacante Francisco Nieva a su fallecimiento, a quien ha recordado en su discurso como un «esforzado renovador» de la escena dramática española, donde introdujo «un nuevo tipo de teatro, irracional y mágico, de atmósfera surrealista y con motivos esperpénticos, una apertura de libertad».
Un género el de la novela, ha destacado García Gual, de invención muy tardía, que ni siguiera tuvo en griego -ni en latín- un nombre propio, en contraste con la épica, la tragedia, la comedia, la lírica, la filosofía, la historia o la biografía.
Aunque en la tradición clásica existían relatos de ficción y variados temas amorosos y eróticos, tanto en la poesía épica y la lírica como en la tragedia y la comedia, nunca se habían compuesto relatos largos de ficciones amorosas desligados de la forma poética y sin trasfondo mitológico, ha explicado el nuevo académico.
Estas ficciones «románticas» reflejaron así «inquietudes sentimentales de un público muy distinto del clásico, un público indefinido presto a emocionarse con las azarosas aventuras de dos jóvenes amantes perseguidos por la fortuna», ha recalcado García Gual.
Y en la «novedad radical» que supusieron estos relatos destaca también la intención del novelista de conmover y emocionar a sus lectores, ha señalado el académico, que ha explicado cómo en esas novelas las figuras femeninas tienen tanto protagonismo como las masculinas.
Así, en contraste con el clasicismo anterior, en las novelas griegas él y ella tienen aventuras por separado; sufren ella y él parecidos acosos y sus andanzas cubren itinerarios paralelos, en un amor «mutuo, de flechazo casi siempre».
Aunque no se puede precisar hasta qué punto las lectoras fueron influyentes en la concepción del amor novelesco ni en la orientación de algunos textos, ni cuán numeroso pudo ser ese público femenino, García Gual cree verosímil que los novelistas tuvieran en cuenta los gustos de sus posibles lectoras, «y aquí más que en ningún otro género literario las mujeres logran primeros planos».
Todas ellas con un happy end, recuerda García Gual, un final feliz que «es de rigor en toda novela popular, y desde luego en todas las griegas».
La académica Carmen Iglesias ha sido la encargada de responder en el pleno al discurso de García Gual y ha recordado la tesis del nuevo miembro de la RAE respecto a que ningún género literario surge de una evolución de tipo histórico-biológico sino que se debe al designio personal de un artista, en respuesta a las necesidades espirituales de una época y un público.
Por eso, Carmen Iglesias ha considerado que no es casualidad que las primeras novelas nacieran «en un mundo en ebullición, en un mundo tan extremoso y contradictorio y tan global como fue el período helenístico», una época en la que el antiguo orden ha desaparecido, y la fortuna y el azar rigen el mundo.