Una actuación de Los Diablos es cualquier cosa menos un concierto al uso. Lo suyo no va de cinco señores que suben al escenario, tocan una serie de canciones y se van. Sus conciertos son un viaje a través del tiempo, un grito de orgullo generacional y una celebración del amor y de la vida, todo a la vez, como pasado por una túrmix mágica que genera un flujo de energía de ida y vuelta entre el escenario y las butacas. Ese feedback que aglutina a «cuatro generaciones» bajo el paraguas de himnos imperecederos como Un rayo de sol es, más que un espectáculo, un estado mental que se podrá experimentar este sábado, a las 20.00, en Trui Teatre (Palma).
Los Diablos embarcan al público en una travesía a bordo de canciones que un día les sirvieron para conocerse, enamorarse y bailar en los guateques. Y aunque puede que la nostalgia no goce de mucho prestigio en la era de Internet, sigue siendo un poderoso motor, una invitación a revivir sensaciones que nos marcaron de por vida. Y es que «la música es la mejor medicina», desliza Agustín Ramírez, vocalista de Los Diablos. «Allá donde vamos hay gente de todas las edades que se sabe todas las letras», prosigue el veterano músico, que se define como «un adicto» al público.
La banda de l'Hospitalet (Barcelona) lleva cincuenta años rodando por los escenarios, y aunque sus voces no desprenden aquellos brillos de juventud aguantan con dignidad sin apoyarse en coros ni playbacks, «tenemos el suficiente ingenio para durar muchos años». Su presencia en Trui Teatre irá de la mano de una cascada de clásicos pop con aroma veraniego como Fin de semana, Un rayo de sol o Acalorado, aunque «sorprendentemente el público conecta más con otros temas menos importantes en ventas como Oh oh July».
Con medio siglo de historia a sus espaldas, el quinteto atesora el anecdotario suficiente para escribir un libro, en ese sentido Agustín Ramírez destaca como anécdota el día que «tuvimos que ir a las 7 de la mañana a casa de un alto cargo de Cubana de Aviación a cantarle Un rayo de sol».