Jean Moorcroft Wilson (1941) es una autora británica conocida especialmente como biógrafa y crítica de poetas de la Primera Guerra Mundial. Profesora de inglés en la Universidad de Birkbeck de Londres, ha firmado las biografías de William Watson, Virginia Woolf, Isaac Rosenberg, Sidfried Sasson o Edward Thomas. Su marido, el editor Cecil Woolf, es sobrino de Virgina Woolf.
Moorcroft, dentro de la programación de la 14 edición del Congrés Internacional Robert Graves, presentó en Caixafòrum de Palma su nuevo libro, Robert Graves: from Great War Poet to Good-bye to all that (1895-1929) (Robert Graves: de poeta de la Gran Guerra a Adiós a todo eso (1895-1929). El volumen verá la luz el próximo 23 de agosto.
¿Por qué le interesan los poetas de la Primera Guerra Mundial?
—Es un periodo histórico muy interesante y hay muchas historias trágicas sobre esa época, de hombres con gran coraje que lucharon con valentía en el frente. Muchos de ellos eran hombres muy jóvenes que venían de la escuela, como Graves, que se alistó con 19 años. Por otra parte, me llama la atención la literatura de principios del siglo veinte porque es el final de la poesía y la novela tradicionales y el inicio del modernismo. Graves es un buen ejemplo de ello porque creció en lo tradicional pero que, finalmente, se decantó por el modernismo.
¿Cuándo empieza ese interés por Robert Graves?
—Cuando escribí la biografía de Sidfried Sasson, muy buen amigo suyo. Se conocieron en Francia durante la Primera Guerra Mundial y estuvo influenciado por lo que Graves escribía sobre la guerra.
¿En qué sentido?
—Graves concebía la guerra como algo horrible y trágico que dejaba mucha sangre y cadáveres detrás. Sasson, por su parte, era un romántico y le llamó la atención esa percepción. Así que cuando investigué a Sasson quise saber más sobre Graves. Cuando terminé mi último libro, sobre otro poeta inglés de la Gran Guerra, Edward Thomas, decidí escribir sobre Graves como poeta de guerra. La mayoría de la gente lo conoce como autor de la autobiografía Adiós a todo eso, La diosa blanca o Yo, Claudio, pero nadie por sus poemas sobre la guerra, menos populares y bastante menos fáciles de leer.
¿Adiós a todo eso es su obra predilecta?
—Absolutamente. Cuando comencé a pensar en el libro, me llamó la atención el porqué lo consideramos un poeta de guerra si no conocemos estos poemas. Así que me dispuse a mostrar cómo luchó en la Gran Guerra, qué poemas y por qué los escribió y su relación con Sasson. También por qué vino a Mallorca, donde vivió desde 1929 hasta su muerte en 1985; excepto durante la Guerra Civil, de 1936 a 1946, cuando estuvo en Inglaterra, América y Francia.
¿Por qué eligió Mallorca?
—Graves estaba muy disgustado por la guerra y quería huir de todo eso, incluso tenía pesadillas. Encontró consuelo en la literatura y escribió Adiós a todo eso. Quería dejarlo todo atrás y también los cotilleos referentes a su matrimonio. Pensó en ir al País Vasco, pero su amiga, la escritora modernista norteamericana Gertrude Stein, que había vivido en Mallorca, le recomendó encarecidamente que viniera aquí. Le dijo: «Es un paraíso si puedes soportarlo». Fue cuando se alojó en el Gran Hotel de Palma cuando un huésped le dijo que fuera a Deià, un lugar más tranquilo, sin turistas y barato.
¿Por qué ha acotado su biografía de 1895 a 1929?
—El libro abarca desde que nació hasta el año en que llegó a Mallorca, cuando se construye su casa en Deià y dice adiós a Inglaterra, la guerra, su familia, los rumores. William Graves me ha ayudado mucho a escribir este libro.
¿Qué ha sido lo más difícil a la hora de escribirlo?
—Por un lado, lidiar con la poesía, que no siempre es fácil. Pero, por otro lado, tratar de entender la relación de Graves con Laura Riding, quien vivió con él en Deià desde 1929 hasta 1936.