Quico Ros ejerce de abogado en Palma. Tiene un proyecto musical en solitario llamado Payasö y se mete en la piel de Ringo Starr en The LessBeats, un grupo de versiones de los Beatles. El pop llegó primero y la abogacía después. «Casi antes de saber hablar ya cantaba. Mi familia flipaba. Mis padres ponían música todo el día y yo tarareaba y silbaba melodías», recuerda Ros, que ha publicado su segundo disco, Virtudes cardinales.
La música, asegura, es un catalizador de emociones. «Yo soy un insensible para todo lo que no suena, por eso puedo practicar la abogacía, porque no suena a nada. Y a veces para ser abogado tienes que ser bastante frío», explica.
Válvula
En el 1996, publicó su primera maqueta con el grupo Blue Meany en los estudios de Pablo Ochando, de La Granja. Cuatro años después empezó a trabajar como abogado. «Cualquier persona relacionada con la Justicia ha de tener una válvula de escape artística. O por lo menos una buena preparación psicológica».
El artista sostiene que es difícil compaginar ambas profesiones. «Las necesidades de los clientes de un abogado suelen ser urgentes. Dedicas un esfuerzo mental grande que muchas veces opaca tus emociones. En las épocas en las que tengo un asunto que me preocupa no me sale la vena emocional». Lo único que la música y la abogacía tienen en común es que «te tienes que enfrentar a un público». En los juzgados a un tribunal y en los conciertos a los fans.
Quico Ros tiene claro su rol. «Mi papel es entender el lado humano. La música te da ese bagaje para expresar lo que piensas sin ninguna preocupación y eso es muy necesario en la abogacía. No hay que tener miedo a defender a tu cliente sea lo que sea lo que haya hecho».
El disco Virtudes cardinales lo ha producido David Rodríguez, arquitecto del sonido de La Bien Querida. El álbum ha sido una forma de desahogo. «Cada canción refleja la virtud que yo creo que he perdido en algún momento de mi vida».