Maduro, esbelto y con aire de conquistador. De esa guisa se presentó la pasada noche Michael Bolton en Son Fusteret, ante algo menos de 3000 personas. A quienes aguardaba una colección de temas propios, salpimentados con versiones de otros artistas (Bee Gees, Otis Redding, Ray Charles, Marvin Gaye, Bob Dylan... un fondo de armario tan amplio como jugoso), todos ellos lujosamente arreglados.
En los primeros compases, el baladista se mostró seguro de sus encantos, dispuesto a embelesar a sus fieles con su carismático savoir faire. Le arropaba una banda versátil, capaz de abordar una gran variedad de géneros de forma convincente. Bolton descorchó la velada con Stand by me, el clásico inmortal de Ben E. King, con su voz abrasadora y ese talante de romántico incorregible que, en los 80, las enamoraba a pares.
El espectáculo, de corte clásico, arrancaba fuerte. A continuación, To love somebody, tema original de Bee Gees, mantenía el listón alto. Pero fue el tercer corte el que disparó las pulsaciones: Sittin? on the dock of the bay, el pelotazo de Otis Redding. Un tema que en España gozó de un enorme tirón en los 90, gracias a su inclusión en el spot televisivo de una conocida marca de ginebra. ¿Lo recuerdan?: «Tantos kilómetros recorridos, tantas noches sin dormir, tanta música en directo...», ¿quien no lo silbó alguna vez?
A grandes rasgos, su propuesta resulta más estimulante que la de otros artistas de su generación. También más inteligente. Me explico: Bolton posee el tino necesario para enjoyar su soul con un rock blandito, pero de mucha pegada. Un conjunto resultón y pegadizo que luce fresco y actual. Además, no comete el error de reservar su ?artillería pesada? para los últimos compases, al contrario, no escatima éxitos. Sus hits caen a las primeras de cambio. Pero sabe nadar y guardar la ropa, y reservar un par de ?ases? que le permitan abandonar el escenario arrastrando serpentinas de éxito.