«Ésta es la última sonrisa, el último guiño de Elmyr al verse cumplido su deseo: quedarse para siempre, por los siglos de los siglos, en Ibiza». Así daba a conocer Ultima Hora en su portada del lunes 13 de diciembre de 1976 la noticia del suicidio del que para algunos es un mito, para muchos un falsificador de arte profesional, y para otros un imitador que superó a los artistas que emulaba con su paleta. Elmyr de Hory (Budapest, 1906 - Ibiza, 1976) se quitó la vida tal día como hoy, hace 40 años, en la isla Pitiüsa.
Todo mito tiene una historia y la de Elmyr de Hory comenzó en 1906 en Budapest. El artista decía ser el primogénito de un matrimonio aristócrata de origen judío. Cuando decidió ser pintor, De Hory se mudó a París para estudiar en la Académie la Grande Chaumière. Pero sus planes se truncaron cuando, durante la Segunda Guerra Mundial, fue trasladado a Alemania, aunque pudo escapar de la Gestapo poco después. Terminada la contienda, retornó a París.
Ya en 1959, y tras un primer intento de suicidio, De Hory dio con Ibiza. Fue en el entonces paraíso hippy donde fijó su residencia en 1961.
Pronto llegarían las sospechas y la caída del imperio. El Tribunal de Vagos y Maleantes puso su ojo en De Hory y le condenó a dos meses de prisión. Tras despedirse de sus amigos más íntimos, unos barbitúricos acabaron con su vida. El mito, finalmente, se hizo realidad.