La hipoteca, las facturas, el curro... Los problemas mundanos quedaron aparcados cuando el protagonista puso a funcionar sus amígdalas frente a algo más de 3.000 personas. Era Manolo García en el escenario de Son Fusteret de Palma.
Manolo García recurrió a su cuarto trabajo de estudio para abrir una velada que, ya desde el inicio, se llenó de gritos de aliento hacia el artista. Saldremos a la lluvia es, sin ningún género de duda, una de las mejores embajadoras de su repertorio, una canción en la que el autor catalán habla de nostalgias y soledades, con un punto de belleza marchita flotando en el ambiente. Si algunas canciones colocan el nudo en la garganta del público, ésta es una de ellas, y en directo se crece y suena escalofriante, gracias a un sonido compacto y convincente respaldado por una banda bien engrasada.
De este modo daba comienzo un minucioso recorrido por su discografía en solitario, un agitado y extenuante trayecto con el viento a favor que prometía tres horas del tormento y el éxtasis que infringe su ‘medicina'. La grandeza de Manolo García reside en la pasión que le imprime a cada sílaba, a cada acorde, a cada golpe de batería, a cada solo de guitarra.
Sin la teatralidad de Raphael ni el dramatismo impostado de Bunbury, Manolo García sacó un excelente partido de los mismos temas que manejan sus homólogos, emociones tan universales como la soledad, el despecho y las pasiones encontradas, que a la postre pincelan un repertorio en el que siempre se atisba la luz al final del túnel.