Manolo García (Barcelona, 1955) continúa siendo un chico de barrio en muchos sentidos. Cercano, conversador y concienciado con los problemas de la gente de a pie. El compositor está en la Isla para presentar su último álbum, Todo es ahora, con un concierto que promete dejar satisfechos a los asistentes. La actuación será este sábado en Son Fusteret, a las 22.00 horas.
—Parece que con su último álbum ha querido regresar al sonido más rock de sus inicios.
—Cuando estaba con Los Rápidos hacíamos rock, porque siempre me ha gustado, pero, a lo largo de mi carrera, he ido a Brasil o Grecia para buscar otros sonidos con los que me he divertido mucho. Al final, en ciertos momentos de la vida tienes que buscar hacer cosas diferentes para no aburrirte. Tras contactar con un guitarrista norteamericano volví a hacer rock. Las guitarras eléctricas no engañan nunca, siempre dan vida. Son un amigo que nunca te deja tirado.
—Tengo entendido que está muy pendiente la escenografía de sus conciertos, ¿se considera un perfeccionista?
—Lo que ocurre es que me interesa todo el proceso, porque lo que el público ve es un concierto del que yo soy responsable. Sé que quiero que cada gira sea diferente y que no me gustaría que un fan pensara que uso el mismo escenario que hace cuatro años. Me dolería. Me gusta que cada vez que doy un concierto sea una sorpresa. Por eso dejo clara mi pretensión y confío en otras personas, porque al final uno no puede acapararlo todo, hay que formar equipo. Estoy ahí porque soy el que sale en la foto, el que da la cara. Además, todas las artes escénicas me interesan.
—También le generan interés otras disciplinas artísticas.
—Sí. La música, las artes plásticas y el mundo de la cultura en general. Lo demás ya sabemos lo que es: burocracia, elecciones repetidas, políticos que roban, vidas inseguras, gente joven sin futuro en el país, refugiados sirios que nadie acoge... Al final te metes en el mundo del arte para no volverte loco. Para sentir que tu vida es algo especial y que consigues que la de los demás también lo sea, por lo menos durante los minutos que escuchan una canción u observan una pintura. En momentos como esos pienso que la vida tiene sentido.
—Su faceta de pintor es algo más desconocida. ¿Tienen similitudes la música y los cuadros de Manolo García?
—Creo que se comunican. En la música, al margen del momento de composición, el resto de proceso te obliga a estar rodeado de gente. La pintura es la antítesis, el polo opuesto, la soledad absoluta frente a un lienzo. Es un tiempo que a mí me llena, como un ejercicio para encontrarse a uno mismo. Estar tranquilo es lo más importante en la vida. No hacerle daño a nadie y procurar que no te lo hagan a ti, porque, evidentemente, lo van a intentar.
—¿Y siendo un personaje público todavía lo intentan más?
—No, como a todo el mundo. Me considero un personaje público relativo, de tercera regional. Soy una persona de la calle que nació y creció en un barrio.
—Tras tantos años de carrera, ¿cuáles son las inquietudes de Manolo García?
—Han crecido. Toda la vida he querido componer canciones, y ahora es cuando más consciente soy de la dificultad que supone eso. Siempre quieres crear la mejor canción del mundo. El amor por la música solo avanza, al igual que el amor por la pintura, por la lectura... Cada vez me gusta más vivir, así que diría que mi proyecto es, simplemente, ser feliz.
—El próximo martes es la fiesta internacional de la música. ¿Cuál cree que es la situación de la industria actualmente?
—La música, como el mundo de la cultura en general, está tocada. Es injusto. Es una lástima que los que formamos parte de la cultura no podamos rebelarnos pacíficamente. Es una más de las muchas cosas que sabemos que no son buenas para nadie, pero que continúan ocurriendo. El mundo de la música está tocado, pero yo trato de mirar adelante con orgullo, porque lo estoy de ser músico, pero no está bien lo que están haciendo con nosotros. Se cargan una industria que da ilusión, alegría e incluso trabajo a muchísima gente. Es una queja. Son malas personas e irán al infierno, aunque ellos se llamen católicos.
—¿Está preparando un nuevo álbum?
—Voy picoteando. Tengo algunas canciones nuevas, algunas historias... El sonido definitivo todavía no está definido, pero acabo de reencontrarme con el sonido de las guitarras eléctricas y tengo ganas de rock and roll. Tengo un demonio dentro que me pide dar caña.