El monasterio de Santa Elisabet de Palma, de las monjas jerónimas, de clausura, permanece cerrado desde hace un año, cuando las religiosas que lo habitaban se trasladaron a Inca para convivir con sus hermanas en el de Sant Bartomeu.
Bien de Interés Cultural (BIC) al igual que parte de su contenido, y con graves deficiencias estructurales y de conservación, el inmueble se ha convertido en la punta de lanza de un debate que se tiene que abrir en Mallorca sobre el futuro de estos grandes monasterios, que las monjas no pueden mantener en pie por falta de medios y de recambio en las congregaciones. Además, se ha convertido en el origen de un contencioso civil desde que hace unos meses el Obispado reclama la propiedad a la congregación, que se instaló allí hacia 1485.
«Después del de Santa Clara, del siglo XIII y el más antiguo habitado, el de Santa Elisabet es el monasterio más interesante, el que mejor conserva la atmósfera conventual, algo único que solo dan la patina del tiempo y que haya sufrido pocas reformas a lo largo de los siglos», explica Jaume Llabrés, investigador y una de las personas, junto a la historiadora del arte Aina Pascual, que mejor conoce los conventos de clausura de la Isla, que visitaron y estudiaron para el libro Conventos y monasterios de Mallorca (Ed. Olañeta).