Son uno de los supervivientes de la primera generación del indie pop comercial. Tras unos inicios fuertemente ligados a la psicódelia y el sonido Manchester, el grupo de Marc Ros, Axel Pi y Jesús Senra ganó la suficiente altura para alejarse del radar independiente. Fabricaron algún hype, pusieron banda sonora a un par de anuncios y, casi sin proponérselo, pasaron a codearse con la flor y nata de la nación alternativa. Con más de diez álbumes a sus espaldas, Sierra y Canadá (2014) les abre las puertas de la experimentación. Presentarán su nuevo material en la sala Es Gremi este sábado a las 22.30.
Sierra y Canadá es un disco donde el pop maquinal le gana la partida a las guitarras, nacido al abrigo del sonido de un viejo órgano Lowrey -uno de los padres legítimos de los sintetizadores y las cajas de ritmos actuales- con el que dieron en una casa de antiguedades de Barcelona. "Solemos sacar un disco cada dos años, y en cada uno de ellos se traduce el cambio que han sufrido nuestras vidas durante ese tiempo. Crecemos y escuchamos nuevos discos así que la evolución es necesaria, sería ridículo no avanzar, y este es el disco más diferente del anterior que hemos hecho", sostiene Marc Ros, vocalista del trío catalán. Si antes miraban a la psicodelia y los años sesenta, ahora sus canciones se dan un garbeo por el synth pop hedonista de los ochenta en un trabajo que, como las películas de amor, protagoniza una pareja en un "romance asincrónico" del que "intentamos no dar todo mascado para que el oyente pueda sacar sus propias conclusiones". Abordan esta relación desde la perspectiva del romanticismo de la derrota, "es mi forma de escribir, reflejo de mi forma de vivir las relaciones. El día que esté totalmente sereno o tranquilo en mi relación de pareja no escribiré más, o no lo haré como ahora", concluye.