En el nuevo Arxiu del Regne se respira emoción. A su director, Ricard Urgell, se le alegra la sonrisa mientras cruzamos pasillos, salas, el salón de actos, los laboratorios, los compactos donde se guardan lo libros históricos o el gran patio, -«en el que hasta se puede hacer una actuación de la Simfònica», dice- que une la fachada que da a la calle Ramon Llull de Palma con el cubo blanco, el edificio de nueva factura en el que se han ubicado la mayoría de instalaciones. La pasada semana finalizó el traslado del personal y documentos que durante las obras de reforma estuvieron provisionalmente en el Parc Bit. La previsión es que se abra «en el último trimestre del año» y será «un edificio multidisciplinar» con «doble seguridad».
«De mil metros» útiles «hemos pasado a siete mil», cuenta Urgell sobre esta infraestructura moderna y funcional cuya construcción y equipamiento han sido sufragados por el Ministerio de Cultura, por importe de 14 millones de euros, que incluyó una excavación arqueológica. Las obras, recepcionadas el pasado febrero, han durado de marzo de 2011 a octubre de 2013.
«Ahora sólo nos queda que los trabajadores se hagan con el edificio», dice el director mientras busca rematar detalles junto a Catalina Ferrando, jefa de Departamento de la Conselleria de Cultura del Govern, quien ha trabajado junto a Urgell en el seguimiento de la obra.
Sala de exposiciones, aula multiusos, un salón de actos en el que «se pueden hacer hasta congresos, con capacidad para 99 personas», comenta Urgell; una sala para investigadores que incluye un apartado para hacer un receso en la búsqueda de datos y otro recinto por si se tiene que trabajar en grupo; la sección de digitalización, «para la que el Ministerio de Cultura nos tiene que enviar un scanner de última generación», o un amplísimo labotarorio de restauración en relación con el que había en el viejo edificio de la Casa de Cultura. Así es el nuevo Arxiu.
Sorprende la luz que ofrecen los amplios ventanales, la rampa de entrada, el color blanco que ilumina exterior e interiores y los tonos de color que dan las cortinas ignífugas en morado o las sillas en naranja. Quien alguna vez haya consultado un documento en el antiguo edificio pensará que ha llegado a otro planeta cuando acceda a este Arxiu, un equipamiento cultural «que tenemos que amortizar», dicen Urgell y Ferrando, quienes ya piensan en que «hay que elaborar una programación cultural», que implique «colaborar con otros archivos, con el Museo de Mallorca, la Universidad». El diseño del arquitecto Sergio de Miguel, que consiguió el trabajo por concurso público, ofrece más posibilidades que la propiamente investigadora o de consulta, y Urgell promete que será un centro vivo para el que buscan recursos. «No se abrirá al público hasta que podamos dar el servicio con todas las garantías», sentencia.