En una ocasión dijo identificarse con Clint Eastwood. Enrique Vila-Matas ya no es aquel justiciero de la noche. «Acudía a los bares para decir quién era tonto y quién no. Esa pérdida de tiempo la anulé, no tenía sentido que repartiera justicia porque no me habían contratado para esto», rememora el escritor, que ayer recogió el Premio Formentor de las Letras –dotado con 50.000 euros– en el hotel del mismo nombre, por el conjunto de su obra.
En Kassel no invita a la lógica (Seix Barral), su última producción, Vila-Matas (Barcelona, 1948) se acerca a la verdad a través de una narración aparentemente ficticia. «La novela, en general, puede plantear preguntas pero no necesariamente respuestas», apunta el autor, ferviente admirador de Hemingway. «Tengo tanta familiaridad con él desde hace tanto tiempo que ya lo veo como a un tío de mi familia con el que tengo mucha confianza. Sin darme cuenta me he reído demasiado de él con todo el afecto que le tengo».
A Vila-Matas le hace reír la idea de Hemingway de que para escribir bien es necesario cazar elefantes en África. «Pienso que no es necesario perder el tiempo en los elefantes para escribir. A veces me pregunto si nos perdemos algo los que escribimos. Y si nos perdemos algo, ¿qué nos perdemos? Si por ejemplo nos perdemos el aburrimiento de Abisinia como Rimbaud creo que no nos perdemos nada y es mejor escribir».
A medida que avanza la vida, el escritor barcelonés concibe un mundo más complejo. «Uno trata de narrarlo con más sencillez, despojándose de complicaciones. La escritura a veces busca la sencillez para cazar esa complejidad». Palabra de Vila-Matas, un escritor que un día dijo identificarse con Clint Eastwood como justiciero.