Las cuatro torres de la fachada del Nacimiento de la Sagrada Familia son suficientes para identificar la ciudad de Barcelona. La carga simbólica que tiene la basílica se hace patente en la exposición que ayer inauguraron el obispo de Barcelona, Lluís Martínez Sistach, y el obispo de Mallorca, Javier Salinas, en el Museu Diocesà de Mallorca: Gaudí i la Sagrada Família.
La muestra, dentro del año Campins-Gaudí, sugiere al espectador un viaje por la vida y obra del arquitecto, revisando sus primeros años y describiendo sus principales fuentes de inspiración. Alude tanto a las características arquitectónicas del templo barcelonés como al mensaje religioso que transmite con su diseño. «Gaudí tenía una relación telúrica con la tierra, la misma que mantuvo Joan Miró cuando apoyaba su oreja en el suelo para escuchar el sonido de los gusanos», recuerda el crítico e historiador del arte Daniel Giralt-Miracle, comisario de la muestra.
En la Catedral, según relata Giralt-Miracle, Gaudí realizó «el aprendizaje de las nuevas prácticas litúrgicas, la reconcepción del templo, es decir, la centralización del altar y la celebración en la que todos se unen en un canto y, por tanto, hay una aproximación espiritual del mensaje cristiano de quien predica y del pueblo. Aquí lo aprende y en Barcelona lo aplica». Entonces, el comisario considera que la basílica de la Ciudad Condal «no es una pieza exógena, sino que está integrada en la Seu».