Poco propenso a los homenajes, el pianista Ilan Rogoff concibe el tributo que le rinde la Sala Dante como una manera de apoyar a este espacio que hoy celebra su primer aniversario. «Son colegas artistas que han hecho un esfuerzo gigantesco», reconoce quien hoy ofrecerá dos pases, a las 20.00 y a las 22.00, de un programa titulado El viaje de Chopin a Mallorca, en el citado escenario.
No será un concierto al uso, sino una combinación de narración-recital acompañada de proyecciones de imágenes. «Al reconocer que vivimos en un mundo visual, un recital de piano es quizás el show más aburrido que puedo imaginar. El piano, en blanco y negro, el artista normalmente también y repite una fórmula que se ha quedado casi sin cambios los últimos 200 años», considera. «Y eso crea un cansancio o falta de interés por parte del público más joven. Es todo previsible», prosigue Rogoff, sentado en el sofá de su vivienda, donde se instaló hace 14 años, mientras apura un cigarrillo.
La predilección del intérprete por los músicos románticos surge «del momento en que el compositor expresa lo que está dentro de su alma, no tiene que obedecer tanto a las ‘reglas de juego' del clasicismo». Y por Chopin, concretamente, lo resume con una pregunta: «¿Cómo puede ser que a un señor al que le anuncian su pena de muerte, a los 28 años, se pone a sacar rápido lo mejor que tiene dentro?».
En cuanto a la implicación de las instituciones en la música clásica de la Isla, Ilan Rogoff apunta que «nunca hay suficiente apoyo».