El ilustrador Miguel Gallardo (Lleida, 1955), creador de Makoki, un inadaptado social que frecuentaba las páginas de la revista El Víbora en la década de los 80, narró la historia de su hija en María y yo, una novela gráfica publicada con Astiberri que ha trascendido hasta semejante magnitud que ahora viaja impartiendo talleres a padres y madres de niños con autismo. «El dibujo es una herramienta de comunicación muy poderosa», dice Gallardo, quien ayer estuvo en el Centre de Cultura Sa Nostra (Palma), gracias a Gaspar Hauser, y esta tarde hablará de su trayectoria en Los oficios terrestres (Av. Joan Miró, 62, Palma).
—El título de la charla que pronunciará es ‘Cómo ser Gallardo'. ¿Cómo es usted?
—Soy multi faceta. Es una charla currículum pero no desde el punto de vista de mira qué chulo soy que he hecho esto, eso y lo de más allá, sino la variedad infinita de cosas que he realizado. Me he metido en sitios que a veces están alejados de la ilustración. He hecho publicidad, prensa, libros, pósters, material didáctico... y siempre partiendo de estilos distintos, que es lo inusual.
—Antes le conocían por ser el padre de Makoki. Ahora es el de María.
—Y de Makoki también, me sigue persiguiendo por todas partes.
—Creció con los guiones de Juanito Mediavilla.
—Mediavilla era mi guionista pero a la vez dibujante, un poco mayor que yo, tenía más experiencia y él fue de hecho mi maestro porque el cómic es algo que también tienes que desarrollar y aprender. Luego empecé a complicar las cosas con guiones míos y a meter color en las historietas. Normalmente cuando empiezas en esto, como en la ilustración y en cualquier cosa, lo que intentas es demostrar que eres la hostia. Cuando dejé el cómic, a partir de Un largo silencio, el libro de mi padre, decidí que tenía que cambiar de registro porque la historia era dramática y yo venía del humor. Empecé a limpiar todo lo que había construido. Tú te construyes una especie de pedestal, columnas con volutas y cosas así y luego tienes que empezar a derrumbar todo para quedarte libre. La última fase ha sido María y yo y al tener que dibujar para ella continuamente cuando estamos juntos me he acostumbrado a hacer lo básico. Y descubrir que el dibujo es una herramienta de comunicación muy poderosa.
—¿Por qué abandonó a Makoki?
—Pues porque como todo se quema y se agota. Makoki es una historieta generacional que cuando tú empiezas a tener novia y otra clase de amigos no es lo que tienes que contar.
—¿Cómo le explica a la gente de generaciones posteriores quién fue este personaje?
—He encontrado gente joven que lee a Makoki porque lo ha heredado de la biblioteca de sus padres pero es algo, realmente, que pertenece bastante a los años 80 y tiene una barrera principal un poco difícil de pasar, que es el argot. Lo que es interesante para la gente de hoy es que sigue siendo transgresor. O sea, muchas cosas de El Víbora ahora mismo serían muy transgresoras, serían políticamente incorrectas y habría algún puro que otro.
—A raíz de la publicación de ‘María y yo' se grabaron dos cortos, un documental y el cómic digital ‘Los viajes de María'. ¿Qué incidencia ha tenido Internet?
—Pienso que las redes son cojonudas en cuanto a difusión y distribución. De hecho hay una generación joven bastante importante que ha empezado básicamente en cómic con blogs y webs y de ahí han saltado al papel cuando han tenido suficientes seguidores. Las grandes editoriales americanas no han acabado de entender que un cómic en digital no es un cómic escaneado. Creo que es otra forma narrativa diferente que todavía tenemos que inventar. Hay mucha gente que es muy talibán con lo del papel. Pero a mí me es enteramente igual. A mí lo que me interesa más es la narración en cualquier formato.
—¿Qué opina de lo ocurrido con la portada del rey Juan Carlos en ‘El jueves' que RBA censuró?
—Es un ejemplo brutal de dignidad por parte de mis compañeros de El jueves que se han ido, la que ni siquiera han tenido los políticos. La gente que se ha ido ha sacrificado su sueldo, que no era pequeño, porque no estaba de acuerdo con una idea. Yo en todas las charlas que doy intento explicar que los dibujantes no somos meros decoradores de textos, también somos personas que podemos tener nuestra opinión y defenderla.