Lea Vélez (Madrid, 1970) escogió Mallorca para situar su última novela, La cirujana de Palma, atraída por conocer aquella isla que buscaban los viajeros del siglo XIX, algunos de ellos personajes de las artes y la cultura. Protagonizado por Tana Ayuso, una doctora, el libro transcurre entre intrigas, misterios, amores, guerras, crímenes y fue de los más vendidos en la pasada Fira del Llibre. La autora, también guionista de televisión, la presentó ayer en Born de Llibres, en Ciutat.
—Es obligado preguntarle, ¿por qué Mallorca, veranea aquí, tiene amigos, familia?
—No, había venido alguna vez, pero nada más. Me apetecía investigar, me atraía muchísimo ese mito literario que hay sobre Mallorca, esa idea romántica, me atraía el romanticismo que va unido al siglo XIX en Mallorca, lugar que formaba parte del Grand tour, del viaje, la venida de Chopin, Jovellanos, Rubén Darío... y al mismo tiempo, me atraía la propia isla, sobre la que si tanta gente decía que era una maravilla... Según me iba documentando, más y más me apetecía. Además quería escribir sobre una mujer fuerte, de rompe y rasga.
—Una mujer como Tana Ayuso, independiente, cirujana, ¿existía en el siglo XIX?
—Me he inspirado en María Ferreti, una cirujana italiana, probablemente la primera del mundo colegiada, que se enfrentó al estamento médico. Estaba casada con un doctor y cuando éste murió ella quiso unirse al colegio de médicos para que la dejaran ejercer como cirujana. Le dijeron que no, que una mujer no podía tener ni el pulso ni la valentía para serlo. Ella apeló al gran duque de Toscana, tuvo que mostrar sus títulos de la Universidad de Bolonia, la dejaron examinarse, sacó su plaza y fue la primera cirujana de la que tenemos noticia. Para mí es como una metáfora de lo que puedes conseguir si te lo propones.
—¿En la España cerrada y machista del siglo XIX podía darse un caso así?
—Había machismo en todas partes, pero creo que el juego estaba aceptado por ambos lados. Sí existieron estas mujeres extraordinarias en la historia, pero por el hecho de ser mujeres, y porque los que la escribían eran hombres, sus vidas no han quedado reflejadas. También hubo muchas mujeres a lo largo del tiempo que, como le sucede a Tana, tienen una estratagema, mujeres que ejercían sus profesiones a la sombra de un marido; por ejemplo, Martínez Sierra, su mujer era la que escribía las obras de teatro y él las firmaba.
—La novela toca varios géneros: policíaco, romántico, costumbrismo, histórico... ¿dónde la situamos?
—Yo es que soy antietiquetas y eso va claramente en mi contra porque, ni los libreros saben donde colocarla, ni los editores sabían que pegatina ponerle en la contraportada, pero yo la defino como una novela policíaca de época.
—Tana dice que todos los hombres mallorquines son muy atractivos, ¿de dónde sacó esa idea?
—¡Bueno, los que ella tiene a su alrededor! En la novela, Mallorca representa la felicidad, es un personaje más. Estamos en un lugar feliz que, de alguna manera, es una metáfora de que estamos en la vida y, pase lo que pase, la vida es feliz, es como esta isla. Mi idea es que todo es maravilloso, no de una forma almibarada, sino un poco poética; y en aquella época, Mallorca tenía algo de paraíso.