Rosa Regàs (Barcelona, 1933) acaba de publicar sus memorias de infancia: Entre el sentido común y el desvarío. Un relato duro, también nostálgico, que plasma «sin amargura», quizá porque heredó el carácter de su padre, reconoce, y pasó página hablando de ello, compartiéndolo con sus hermanos. «Si se hablan las cosas se terminan solucionando», cree. «Nunca he tenido miedo a hablar, ni pudor», y así habla en Palma de actualidad, de la abdicación del Rey, de la consulta catalana. Pero, ante todo, de Rosa Montiel y su primer libro, Recordar el olvido, que presenta hoy en Caixafòrum.
—¿Qué talento ha encontrado en los relatos de Rosa Montiel?
—Rosa hurga dentro de sí misma para rescatar esas cosas de la memoria, meros relámpagos a los que da vida literaria, los recupera del olvido para que permanezcan.
—El apoyo a un escritor que se inicia no tiene precio, dada la situación del sector y del mercado.
—Siempre procuro ayudar a las personas que valen. En esto yo tenía un maestro fantástico que era Manolo Vázquez Montalbán. No creo que nunca dijera que no a nadie, nunca. En esto le he copiado, y en todo lo que he podido.
—Usted ha sido editora, ¿cómo ve el panorama editorial?
—Las editoriales se ven obligadas a decir muchas veces que no a libros que les gustaría editar porque la situación económica y cultural de este país no permite más. No se lee, porque no nos preocupamos de que se lea, porque nos da igual la cultura, la educación... Entonces las editoriales están obligadas a buscar libros con una venta más rápida o limitar las publicaciones. Nos creemos que el país sólo avanza con la economía, pero lo único que hace progresar es la cultura. Y esto lo enseñó la República muy bien. El presidente dijo: ‘Los maestros y los profesores son los primeros ciudadanos de la República'.
—¿Y hoy quiénes son?
—Los bancos.
—¿La conclusión es que históricamente lo hemos hecho muy mal en materia educativa y cultural?
—Sí, muy mal. Y eso que las escuelas públicas han hecho muchos esfuerzos. Recordemos que fueron condenadas por el franquismo.
—¿Qué consecuencias cree que tendrá esta política, o no política, cultural?
—No tengo ni idea. Pero mientras el ministro de Cultura y el Gobierno no den prioridad a la cultura por encima de las demás opciones de progreso no levantaremos... Seremos ricos, pero horteras hasta la muerte.
—Ricos sólo algunos...
—Sí, de la clase media para arriba.
—¿Cuál es su análisis del momento en que llega la abdicación del Rey?
—Creo que se ha visto obligado a dimitir, alguien lo ha obligado o algo, porque hace dos meses decía que de ninguna manera iba a abdicar. Puede que al darse cuenta de que el PP y el PSOE no van a tener los resultados que esperan en las próximas elecciones, crea que si su dimisión llega después no tendrá la mayoría que le hace falta.
—De referéndum ya nada...
—Ya veremos qué pasa... Pero no les gustará. El PSOE, que se ha posicionado a favor de la monarquía, perderá una parte de sus votantes que están a favor del referendum. Igual que Mas, de derechas, derechas, pero votará a favor de la monarquía y ¿éste es el que nos tiene que llevar a la independencia?
—¿Qué pasará en Catalunya?
—Estoy deseando que se celebre el referéndum. Hablo con independentistas y no saben nada de contenidos, ni se han discutido... Será todo lo mismo.
—Como el título de su último libro, este país continúa ‘Entre el sentido común y el desvarío'...
—Sí, porque las cosas están sin arreglar. La Transición echó tierra por encima de todo el proceso de pérdida de dignidad de la gente de la República. Franco dejó sin futuro a los que perdieron la guerra y sin pasado a los que la ganaron. Es un grano que no ha reventado. Hay que arreglarlo, que la gente sepa cuál es nuestra historia, y que Franco fue un asesino y ya está.