Tomeu Penya parece haber sellado un pacto de esos en los que se entrega el alma y se obtiene un prodigio maldito. Sus canciones destilan la sensibilidad de un maestro costumbrista, suenan como si la década de los sesenta volviera a arrancar en pleno siglo XXI. Arruix es su nueva producción discográfica, once pistas que revierten el paso del tiempo y nos trasladan a un clima similar al de las películas del Oeste, pero con acento mallorquín. El próximo 16 de mayo, a las 21.30, Trui Teatre acogerá su puesta de largo.
—El videoclip del tema Un pinyol recibió 1.800 visitas en una hora, ¿el éxito sabe igual o la percepción cambia con la edad?
—Cuando llevas mucho tiempo en la música todo se hace más difícil, así que saben mejor.
—¿Cuál fue el punto de partida de Arruix?
—Después de publicar És per tu (2012) dejé muchas canciones en el tintero, y como no quería dejar pasar otros dos años las saco ahora en Arruix.
—¿Cuál es la clave para no perder la identidad como artista entre tanta saturación comercial?
—Escribir sobre la vida y estar muy activo. Yo el día después de haber presentado un disco ya estoy pensando en mi siguiente proyecto.
—Sus canciones hablan de la melancolía y la soledad pero contienen una dosis de humor que hace de contrapeso agridulce a esos sentimientos...
—Soy un personaje melancólico y sensible, pero también con mucho sentido del humor, así que pienso que es normal que todo eso acabe plasmado en mis canciones.
—Año 2200. Si alguien quiere escuchar a Tomeu Penya ¿qué canción le definiría mejor?
—Pues no lo sé, supongo que se tendría que escuchar todo mi repertorio, son más de trescientas canciones y es muy difícil escoger una.
—El tema Catalanitzador blande un discurso en defensa de la lengua catalana, ¿se encuentra en una etapa especialmente guerrera?
—Catalanitzador es una canción dedicada a un amigo de Banyoles que es muy independentista. No busco connotaciones políticas de ningún tipo, tan solo defiendo mi concepción de la mallorquinidad.
—Le nombran jefe del Gobierno, ¿primera medida?
—Saldría de la Comunidad Económica Europea, no me gusta el modo precario en el que estamos. Yo quiero el nivel cualitativo de Francia o Alemania, ahora somos los parias de Europa.
—La globalización ha restado público a los conciertos y frenado la venta de discos, ¿qué hecha en falta de la época de las cassettes?
—Hoy día el público se está acostumbrando a que la música sea gratuita y no debería ser así. Internet debería estar más organizado, no es lógico pagar por un café y que luego el trabajo creativo de un músico te lo puedas descargar gratuitamente.
—Su repertorio se alimenta del country americano, ¿cuántas veces ha visitado el país del Tío Sam?
—Nunca he estado. Hace tiempo tuve varias proposiciones para tocar pero no me convencieron. Si los americanos quieren escucharme que vengan a Mallorca.
—Con la perspectiva de sus 65 años, ¿le han quedado cosas en el tintero de la vida?
—Alguna, por no decir unas cuantas. Pero que sean esenciales ninguna.