Son los cachorros del musical Los Miserables. Sus edades rondan entre los 9 y los 11 años y el desparpajo viene de fábrica. Leonardo Aguilar, Martina Vidal, Ignacio Rodríguez, Chiruca Baez, Sebastián Salas y Ana Pérez son seis niños cuya rutina diaria no es la que correspondería a alguien de su edad. Ellos son Gavroche y ellas, Cosette, dos personajes de la novela que escribió Victor Hugo en el siglo XIX. Durante el día estudian, acuden a sesiones de interpretación, baile y canto y por la noche alternan las funciones para no fatigarse.
En el hotel de cada ciudad donde la producción se instala durante la gira, los tutores, Andrés Aranda y Minerva Bartolomé, quienes también ejercen de docentes, padres y amigos, recrean un aula improvisada para que los niños puedan continuar con su formación académica. Los tutores están en permanente contacto con los profesores de los colegios de los pequeños, procedentes de diversas localidades, para que al regresar no pierdan el hilo de la materia que imparten en sus centros educativos.
Subir al escenario ya no les impone. «Una vez que llevas muchas funciones te acostumbras y ya no tienes nervios», aclara Leonardo Aguilar, quien define a Gavroche como «un niño pillo de la calle que se dedica a robar y sabe todos los trucos para picar a los adultos. Se entera de que hay una revolución y se une». «Es un poco chulito», interviene su compañero Ignacio Rodríguez.
A Chiruca Baez la gira le parece una aventura «muy divertida porque es como si tuvieras cinco hermanos más», mientras que Sebastián Salas resalta que de las funciones le encantan los aplausos, «siento alegría de ver que a la gente le ha gustado lo que he hecho».