Tardó cinco días desde que notó un hormigueo en los dedos de los pies hasta que se convirtió en una piedra: paralizado. Permaneció 42 días «infinitos», completamente inmóvil, únicamente le funcionaba el cerebro y ya no creía ni en los médicos. El pintor y escritor Manuel Baixauli (Sueca, 1963), durante su experiencia hospitalaria, víctima del Síndrome de Guillain-Barré, convirtió en obsesión un detalle, a priori, anodino. Era la imagen de la quinta planta, siempre cerrada, infranqueable, hermética. «Saber que era inaccesible hizo que mi cabeza empezara a imaginar qué podía haber ahí dentro, me venían imágenes fantasmagóricas que con tal de exorcizarlas decidí escribir un borrador», relata el autor de La cinquena planta (Proa), título que presentó ayer durante la Setmana del Llibre en Català, en La Misericòrdia.
Tras la traumática vivencia, Baixauli era contrario a hablar acerca de la enfermedad, pero las imágenes de lo que podría cobijar la quinta planta fueron creciendo y, a su vez, reclamando más espacio. Surgió la necesidad de engendrar el libro. «Aunque era una manera de revivir el infierno, fue también una vía de terapia que hizo que aquello perdiera cierta virulencia».
Baixauli rememora algunos episodios en el centro sanitario. «Cuando entras en un hospital empiezan a humillarte. Inconscientemente, no son malas personas, pero como todo está mecanizado, si el aparato que tienes conectado no pita quiere decir que estás vivo, que no hay problema. Delante mío un auxiliar intentaba ligar con una enfermera, eso quiere decir que te ignoran hasta extremos desorbitados, por eso la metáfora de la piedra».
Euforia
El lector que se atreva a traspasar la quinta planta se topará con «cosas diferentes porque es como un espejo donde uno se puede enfrentar a sí mismo». Al superar la enfermedad, el escritor sintió una «euforia bestial», tuvo la sensación de haber entrado en el ataúd y lograr salir.
«No es un libro de autoayuda, sino que puedes aprender a valorar mucho mejor lo que ya tienes», matiza alguien que ha aprendido a saborear un vaso de agua, una conversación... «¿Sabes lo que es no poder comunicarte?, ¿no poder decir: me duele la pierna?».