Si en La veu de la caputxa la escritora Rosa Planas sumergía a los lectores en una novela histórica, en su nuevo libro, la autora da un giro «buscado» al thriller psicológico con tintes futuristas y de ciencia-ficción. Nòmina encriptada (Món de Llibres, 2014, Premi Ciutat de Manacor de Novel·la) es el título de la nueva apuesta editorial de la novelista y colaboradora de Ultima Hora, título que aprovecha para hablar del comportamiento abusivo de las empresas en la actualidad. Se presenta hoy, a las 19.00, en Embat Llibres de Palma.
—Con Nòmina encriptada cambia radicalmente de género y estilo. ¿Por qué este giro?
—Es un cambio buscado, pero no sólo de género, también de estilo, porque es mucho más sintético, de frase corta. Me sumerjo en la realidad del mundo que es y del que viene, sobre todo en la realidad económica y del mundo del trabajo, cómo las condiciones laborales influyen en la vida de la gente y cómo la presión laboral está destruyendo y condicionando el modo de vivir de las personas en los países desarrollados, especialmente en Europa. Estamos viviendo una época de cierto totalitarismo económico.
—¿Cómo se ha llegado a este momento tan crudo para Europa?
—No hemos llegado de un día para otro, es un camino que empieza en el siglo XIX con la revolución industrial, y aún no ha finalizado porque es una evolución del capitalismo, como predijo Marx, es un cambio hacia un mundo deshumanizado con un solo ídolo, que es el dinero.
—En medio de toda esta trama existe un relato, un thriller. Háblenos de cómo conviven los protagonistas con toda esta situación.
—La novela está planteada como un thriller psicológico. La protagonista, Sara Stern, es una psicóloga de renombre que es llamada para hacer una investigación de los empleados de una gran corporación internacional. A partir de ahí, Sara busca las razones de por qué esos empleados están llevando a cabo conductas extrañas donde son recurrentes los suicidios. Ella misma se verá atrapada en las trampas y en la misma estructura fagotizadora y caníbal que es esta corporación. El malestar de unos acaba repercutiendo en todos.
—¿Qué pensaste que tenía esta obra para presentarla al Premi Ciutat de Manacor?
—Valoré muchísimo que se recuperase el premio, en catalán, sobre todo en una época de muchas agresiones a la lengua. Me presenté y estoy muy orgullosa de haberlo ganado, quizás más que si hubiera conseguido el Ciutat de Palma.
—Los Ciutat de Palma están a la vuelta de la esquina. ¿Qué opina del bilingüísmo de este año?
—Es como una sacarina, que no es azúcar, ni es dulce, es algo diluido, una reducción al absurdo.
—Parece que el PP no escucha al sector literario. ¿Dónde lleva todo esto?
—La crisis económica permite bandazos en el poder y mayorías que no son buenas, porque rompen el espíritu de pacto que debe prevalecer en toda democracia.
—¿Se busca el enfrentamiento entre catalán y castellano?
—Es un error que colisionen el catalán y el castellano, es un debate ficticio que los escritores no deberíamos asumir ni sumarnos a ello.