La novelista Carme Riera ingresa el próximo jueves en la Real Academia Española de la Lengua (RAE) avalada por su doble faceta de escritora y de catedrática de literatura, labor esta última que la lleva a lamentar los frecuentes cambios de los planes de enseñanza en España y «la falta de consenso» en este campo. Respecto a la solemnidad de los ingresos académicos -el suyo estará presidido por la princesa de Asturias- le impresiona «muchísimo» y reconoce que está «muy nerviosa». Le sirve de consuelo saber que hasta el mismísimo Mario Vargas Llosa se puso nervioso en un día semejante.
Mallorquina cien por cien, aunque en su DNI figure que nació en Barcelona en 1949 -su abuelo era ginecólogo en esta ciudad pero a los pocos días la llevaron a Palma-, Carme Riera le rinde homenaje a su tierra en el discurso de ingreso. Se titula Sobre un lugar parecido a la felicidad y en él reflexiona sobre la imagen que tenían de Mallorca los escritores que entre 1837 y 1936 fueron a la isla.
Ha manejado más de treinta textos «y de ellos se deduce una concepción del imaginario isleño: todos los que van a Mallorca presuponen un paisaje maravilloso, un clima templado, unos habitantes con una serie de características de hospitalidad, de longevidad», señala la autora de Dins el darrer blau o Temps d'innocència , su último libro en el que habla de su infancia en Ciutat.
Escritores y artistas como Azorín, Rubén Darío, Unamuno, Borges, Georges Sand, Chopin y Rusiñol «llevan en su imaginario esa referencia utópica que ahora se repite en los folletos turísticos», en los que, cuando se refieren a las islas, «siempre se habla de paraísos». La realidad se encargaba luego de demostrar que Mallorca «no era tan paradisíaca» como la pintaban. «La misma Georges Sand aseguraba que en invierno no se podía aguantar de frío».
El jueves, acompañada de su familia, vestirá elegante, como requiere la ocasión, con un vestido largo y chaqueta de color oscuro. Se lo compró en Palma hace dos meses.