Cuando Javert (Ignasi Vidal) reclama al preso 2.363, Jean Valjean (Nicolás Martinelli), le recuerda su sentencia: veinte años, cinco años por robar y el resto por intentar huir. «Piedad, piedad, esclavo morirás. Piedad, piedad, el mundo queda atrás», cantan los presos mientras reman. Es la primera escena del musical Los Miserables, que la productora Stage Entertainment traerá hasta el Auditòrium de Palma del 7 al 16 de marzo de 2014. Ignasi Vidal, entre bambalinas, minutos previos a una de las funciones del musical en el Palacio de Festivales de Santander, prefiere calificar a su personaje como el antagonista antes que como el malo.
Esta versión de Los Miserables con la que el musical celebró su 25 aniversario ya estuvo el pasado 2010 en Madrid y Barcelona. Ahora, retoma la gira con un cambio del reparto, pero con los mismos responsables: el músico Claude-Michel Schönberg y el letrista Alain Boubill. Hace 28 años que el productor Cameron Mackintosh programó en Londres el musical y todavía sigue en cartelera.
En Los Miserables, una decena de tráilers traslada el material que compone la escenografía, automatizada y sistematizada y que, además, incluye la proyección de pinturas del autor de la novela original, Víctor Hugo. Un barco de esclavos, un prostíbulo, las cloacas de París, una barricada y casi 500 luces forman parte de un atrezzo en el que conviven, entre reparto, equipo técnico y músicos, más de un centenar de personas.
Una producción de estas dimensiones requiere arreglos y mantenimiento diario. Además, por primera vez, seis niños con tutores para que mantengan los estudios viajan durante la gira.
Parte del vestuario proviene del musical original de Londres, son trajes reciclados, pero siempre confeccionados a medida. Incluso los de los covers, que son los que suplen a los protagonistas –llegan a tener hasta dos– cuando, por algún percance, no pueden subir al escenario.
Tras dos horas y media de actuación, el público acaba ovacionando, de pie, a los actores que se despiden hasta la siguiente función.