Como si fuera a ser ajusticiado, desde la silla presidencial de la sala donde se ubica a la prensa del hotel Formentor, Javier Marías (Madrid, 1951) pronuncia sus últimas palabras antes de recibir las preguntas de los periodistas: «Estoy a su disposición, lo que ustedes tengan que comentar, preguntar o insultarme si prefieren». El escritor recibió ayer el Premio Formentor de las Letras, dotado con 50.000 euros y que avala el conjunto de su obra narrativa.
Durante el discurso que Marías dio durante la ceremonia de entrega del galardón, titulado El ladrón de cuerpos, el creador, «aún no vetusto», aseguraba sentirse «como un artesano de épocas pretéritas, por no ser presuntuoso y decir que me siento como un artista».
Según el literato, «una de las cosas que nos sucede a los escritores, en general, es que sabemos hacer muy pocas cosas». Él recuerda que sabe escribir, traducir y dar clases, pero duda en qué invertiría, en qué ocuparía su tiempo si no fuera contando historias en primera persona y en papel.
Justifica que ejerce su profesión porque le ayuda a pensar mejor. O más. «Me podría sentar en el sofá y mirar al techo durante un par de horas y pensar muy insistentemente en cosas y me temo que pensaría peor que mientras estoy escribiendo una novela o un artículo de prensa, que es algo que también hago con enorme frecuencia».
Lectores
El autor de Los enamoramientos habla en pretérito perfecto compuesto cuando se refiere a su necesidad de seguir publicando obras, «he tenido bastantes lectores, he tenido bastante reconocimiento en vida, con lo cual por todas esas razones creo que para mí tiene sentido seguir escribiendo y debo considerarme alguien privilegiado».
En Tiempos ridículos, Marías recopila una selección de artículos dominicales publicados en El País Semanal durante un periodo comprendido entre el año 2011 y el 2013. Si hablamos de lo ridículo que hay en la actualidad, el galardonado considera que «se podría empezar y no acabaríamos nunca». Menciona un artículo que escribió cuando se descubrió que el Rey había cazado un elefante. «Puede que deba abdicar, pero por otros motivos», afirma.
Respecto a su ejercicio literario, Marías constata que «se es más salvaje escribiendo una novela que en la prensa, en mis novelas escribo sobre los asuntos que me dan que pensar, que me inquietan o que me preocupan». Al novelista le cuesta «estar al día de las novedades» y reconoce que «yo a mí mismo no me leería».