Tiene fama de niño prodigio porque comenzó a trabajar duro cuando aún era un crío y a conseguir éxitos. Hoy, convertido en un veinteañero con currículum internacional, Francisco García Fullana afianza su carrera en Estados Unidos, donde sigue formándose, pero con la maleta y el violín preparados para volver a casa a dar un concierto cuando puede. Este viernes, día 23, lo hará en Raixa, junto al pianista Óscar Caravaca, dentro del Festival de Bunyola.
—Sus visitas a Mallorca son breves, pero siempre deja un recuerdo musical para sus seguidores y Raixa parece un escenario ideal para un concierto.
—Venir a Mallorca es volver a casa y eso, cuando te pasas la mayor parte del año fuera, siempre se aprecia muchísimo. Es necesario el reencuentro con la familia, los amigos, con mi tierra y con el mar. Soy una persona muy afortunada, porque siempre he contado con el cariño y el apoyo de los melómanos mallorquines y tocar aquí es muy emocionante. Mis recuerdos musicales más intensamente vividos siempre están ligados a Mallorca, por eso tocar en Raixa es un auténtico privilegio. Tengo mucha ilusión por tocar en un lugar tan ligado a la historia local, pasearme por sus jardines, escuchar el sonido del violín y el piano entre los muros de Raixa, va a ser una experiencia única.
—Cuando hablamos la última vez contó que comenzaba a dar conciertos por Estados Unidos con varios grupos de cámara. ¿Resulta difícil abrirse hueco en el país de las oportunidades?
—Desde que llegué a Nueva York, cuando tenía 16 años, siempre he combinado mi formación violinística con la participación en conciertos y recitales. En los últimos años, además, me ha interesado mucho la música de cámara, por eso, junto a otros compañeros de Juilliard School fundamos el cuarteto Senza Misura, con el que hemos dado conciertos en Nueva York y Washington. El pasado mayo fuimos invitados por el Sistema de Orquestas de Venezuela como cuarteto residente en su festival anual y la próxima temporada seguiremos actuando en Estados Unidos.
—Imagino que también habrá mucha competencia.
—Yo sigo trabajando con mucha dedicación e intentando ir consolidando, poco a poco, mi carrera como violinista en Estados Unidos. No es fácil, pero es un camino apasionante que pienso continuar. Allí hay un gran nivel musical. Es un auténtico lujo poder formarte y competir con jóvenes con unas grandes cualidades y con un enorme potencial como intérpretes. Es un privilegio y un estímulo para seguir mejorando. La competencia es altísima, pero también lo son las oportunidades.
—Continúa estudiando pues un músico nunca deja de hacerlo. ¿Su presente es de alumno avanzado o ya de intérprete profesional?
—Con el inicio del nuevo semestre voy a cursar un post máster en la Universidad del Sur de California, en Los Ángeles con la violinista Midori, jefa de la cátedra Jascha Heifetz. Durante los próximos dos años voy a continuar mi formación como violinista con conciertos y recitales, tanto como solista, como con el cuarteto Senza Misura y con el Ensemble Shuffle Concert, con el que iremos de gira a Israel en noviembre.
—Estados Unidos es su base desde que entró en la Juilliard School, donde se graduó en 2011. ¿Se ha planteado volver a Europa?
—Me encanta Estados Unidos y aspiro a consolidar allí mi carrera como violinista, pero no por ello renuncio a tocar en Europa. Es un privilegio poder tocar a ambos lados del Atlántico. Durante el último año he tocado como solista con la Atlantic Symphony Orchestra, con la Vancouver Symphony, con la Orquesta de la Radio de Baviera en Munich, con la Orquesta de Radio Televisión Española en Madrid y con la Simfònica de Balears. En cualquier caso, poder salir fuera es un auténtico privilegio.
—¿Qué supone esta nueva etapa con la violinista Midori?
—Supone un sueño hecho realidad y la oportunidad de culminar mi formación con una de las violinistas más importantes del mundo musical actual. Nunca pensé que pudiera estudiar con Midori, pero el destino quiso que mi camino se acercara al suyo. Estoy contentísimo de poder trabajar a tiempo completo con ella. Es una gran profesora, que aprovecha al cien por cien cada minuto de cada clase.
—¿Cómo se consigue ser alumno de grandes profesores?
—La trayectoria de un estudiante de violín o de cualquier otro instrumento musical es un continuo, un largo y apasionante camino que se inicia el día en que alguien pone un instrumento en tus manos y te enseña a tocarlo. En mi caso, esa persona fue el maestro Bernat Pomar, en colaboración con la profesora Teresa Ripoll. Ellos me enseñaron a amar el instrumento, a disfrutar de la música, a convertir la música, primero en una diversión, después en una vocación y, finalmente, en una forma de vida.
—¿Tiene algún sueño, tocar alguna obra difícil, ser dirigido por alguien?
—Me gustaría tocar como solista el concierto de Brahms, bajo la dirección de Gustavo Dudamel con la Orquesta Filarmónica de Nueva York en el Carnegie Hall. Conocí personalmente a Dudamel el pasado diciembre. Tuve el privilegio de tocar para él en una audición privada en el Weill Recital Hall del Carnegie Hall y ahora lo voy a tener más cerca porque es el director de la Filarmónica de Los Ángeles. Así que pienso seguir trabajando duro, seguir esforzándome para convertir ese sueño en realidad.