Sus enormes gafas de sol esconden parte de un rostro que empieza a ser popular. De abuelos mallorquines, la actriz Nausicaa Bonnín interpretó a Natalia, una de las protagonistas de la serie Familia, que el pasado marzo concluyó su primera temporada en Telecinco. Este mes ha comenzado los ensayos de la obra Tots fem comèdia, que estrenará en el Teatro Poliorama de Barcelona, dentro del Festival Grec.
—¿Cómo se define como actriz?
—Nunca me lo he preguntado. Soy pasional, insegura, intuitiva, autodidacta... He aprendido en el escenario.
—Sus padres están vinculados con el teatro. ¿Cómo han influido en su trayectoria?
—He crecido entre bambalinas. Al principio quise ser directora de teatro, después actriz. A los quince años tuve una crisis artística, preferí alejarme. A los dieciocho estudié Filosofía, un año de Filología Árabe y, un año más tarde, decidí que lo que me gustaba realmente era la interpretación y regresé. Y entré en El cor de la ciutat (Televisió de Catalunya).
—Sus abuelos eran mallorquines.
—Sí, por parte de padre (Hermann Bonnín), que ya nació en Barcelona. Mi abuelo trabajaba en el mercado del Born de Barcelona, tenía un puesto de fruta, y mi abuela era comadrona. Eran mallorquines. Se conocieron en Barcelona. Cada año viajo a Ciutadella, pero no conocí Mallorca hasta hace dos años. Mi padre dijo que lo teníamos que resolver. Me enseñó donde trabajaba mi abuela. Los genes siempre tiran. Mi padre y yo no hemos vivido en Mallorca, pero tenemos algo de la Isla dentro.
—Debutó a los seis años.
—En un montaje titulado Cartes a nenes, sobre las cartas de Lewis Carroll, que dirigía mi padre. Yo interpretaba a la pequeña Alicia. Rosa Novell hacía de su versión adulta. La sensación era entonces diferente, sin responsabilidad, de libertad, era un juego. Es algo que los actores debemos conservar.
—El premio a la mejor actriz en el Festival de Málaga 2009 cambió su carrera.
—A partir de Málaga, la película Tres días con la familia empezó a existir y eso me situó en el punto de mira. Llegó el Gaudí. El hecho de llegar a los Goya te da más de nombre. Pero ahora mismo si no sales en la televisión no eres nadie. Y eso es injusto y erróneo.
—¿Qué experiencia recoge de su interpretación en la serie Familia?
—Supuso un gran cambio respecto a El cor de la ciutat. A nivel nacional las cosas funcionan de otra manera. Ha sido una gran experiencia. Nunca había hecho comedia. Es más difícil que el drama. He tenido una gran ayuda del reparto con Alexandra Jiménez o Juana Acosta.
—Las series deben desgastar.
—El cor de la ciutat me cogió de los 19 a los 23. Aprendí muchísimo. La televisión crea vicios: grabas diez secuencias al día y buscas el recurso rápido. En cine o en teatro se necesita profundidad. Hay gente joven que se come el mundo en la televisión, pero tiene problemas con el teatro.
—¿Contará Familia con una segunda temporada?
—Lo veo difícil, pero ojalá se haga. Telecinco ya ha pedido los guiones. Yo creo que se han cubierto las espaldas. Las audiencias han ido bien, pero hemos ido bajando de espectadores.
—La serie sufrió un inicio difícil con un cambio de director.
—Los primeros capítulos fueron complicados. Opina mucha gente, nunca se sabe quién manda en Telecinco, si los directivos o el creador de la serie. La serie cambió su esencia y se convirtió en lo que no queríamos que fuera, una típica comedia de Telecinco, aunque creo que conservamos la idea original. El nuevo director dio una vuelta de tuerca y mantuvo la esencia.
—¿Qué le parece que los actores aprovechen su popularidad para posicionarse en temas de interés social, como suele pasar en la gala de los Goya?
—No vi los Goya. Los premios me interesan cada vez menos. Me parece errónea la politización. Estamos en una pirámide y los cuatro de arriba deben cuidar lo que dicen porque no representan a todos los demás. Este gremio tiene una tendencia a la izquierda, más revolucionaria, pero hay actores que no piensan lo mismo y no por eso son peores. A nadie le interesa si somos de izquierdas, de derechas o estamos a favor de los presos de ETA.