Reposa sobre las rocas de la playa de Magaluf durante la sesión de fotos. Sus compañeros de gira bromean: «¡La sirenita!», le gritan. No, no es la sirenita. Es la musa de La Movida. Apenas tenía 20 años cuando Ana Curra ya formaba parte de los Pegamoides, el conjunto que acompañó a Alaska en sus comienzos. Después vino Parálisis Permanente, hasta el accidente de tráfico, en el que falleció su vocalista, Eduardo Benavente, en 1983. Tres décadas más tarde, Ana Curra recupera El Acto, un disco que nunca llegó al directo, hoy, a las 20.30, en la Fira del Disc.
—¿Cuándo surge la idea de recuperar ‘El Acto'?
—Al principio, la idea era hacer un concierto en Madrid y quitarme la espina que tenía clavada respecto a Parálisis Permanente, ya que no pudimos girar este directo por el accidente. Sentía una necesidad de rendir un tributo al grupo y a Eduardo personalmente.
—¿Qué cambia de ‘El Acto' de Ana Curra con respecto al de Parálisis?
—Hay diferencias en el sentido que no canta Eduardo. Creo que yo era la persona más autorizada para hacerlo. Para ello me he rodeado de músicos que conocieron a Eduardo y que han tocado conmigo en otras etapas de mi vida.
—Los seguidores de la banda están agradecidos.
—Pues sí. La verdad es que las canciones ahora suenan mucho más potentes que en su origen porque entonces éramos unos adolescentes.
—¿Qué se siente al revivir esos temas?
—He necesitado que pasen muchos años para tenerlo digerido porque para mí fue un hachazo. Me conmueve cada vez que canto estas canciones porque no puedo evitar acordarme, pero ya han pasado muchos años y lo hago con ganas de dar a conocer lo que supuso en aquellos momentos.
—¿Echa de menos La Movida?
—No. Con el paso de los años me doy cuenta de que tuvimos un momento privilegiado, de explosión, en un entorno que venía de una dictadura. Nos tocó abrir caminos cuando ya se permitía porque había muerto Franco.
—¿Antes era más sencillo explosionar?
—No, era una época muy difícil porque los caminos no estaban hechos.
—¿Qué importancia tenía la imagen entonces?
—Muchísima, porque era la manera de diferenciarte. Era una España gris, mediocre y conservadora. Ahora mismo eso no es tan determinante. La generación indie se caracteriza por ir en contra de todo eso y mirarse la suela de los zapatos. Nosotros nos mirábamos de frente, nos mirábamos al espejo y decíamos: aquí estoy yo.