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Cort se aferra al discurso cultural para relajar la tensión lingüística

Tres mallorquines logran el Ciutat de Palma, en una edición que trató de ser conciliadora

Marta Elka y Toni Pastor interpretaron La Balanguera como clausura a los Premis Ciutat de Palma. | Ana Largo

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Como en las crónicas deportivas, ésta, dedicada a la gala de los Premis Ciutat de Palma celebrada anoche en el Teatre Principal, comienza aludiendo al resultado del final del encuentro. En éste no hay ganador, pero sí un mensaje: Que de haberlo, sería únicamente la cultura. No se habló de otros asuntos en esta fiesta que intentaba ser conciliadora. No hubo sobresaltos, ni gritos, ni una excesiva y exhibicionista protección policial, como sí sucedió en la pasada. Con ello, Cort quiso tender puentes y calmar ánimos, pero enfrente no se encontró con el receptor objetivo. Pero ahí quedó un guiño final. Marta Elka cantando La Balanguera , acompañada de Toni Pastor. El público en pie.

Empezando por el principio se puede decir que la gala literaria fue sobria, sencilla, puede que no la más animada de la historia, pero después de años, de muchos años, no volaron cuchillos entre gobierno y oposición, ni se hizo campaña, que también es de agradecer. El Ajuntament de Palma 'montó' una fiesta correcta, una entrega de premios animada por un virtuoso del piano, Biel Duran, que se 'marcó' un final apoteósico; e introdujo alguna mejora, como poder ver el cortometraje de animación ganador. El resto, en lo que al espectáculo se refiere, pocas diferencias respecto a años anteriores.

Entre los galardonados volvió a aumentar la cuota local, con los reconocimientos a Josep Maria Llauradó, Gabriel Minguillón y José Luis de Juan, a quien accidentalmente se le rompió la escultura de Jaume Mir que se entrega a los premiados. Desierto quedó el de Arquitectura y celebrada fue la vuelta del Cómic. Todos fueron subiendo al escenario, sin grandes dilaciones, con discursos breves. De agradecer. Aún más, cuando se siguen manteniendo año tras otro las innecesarias explicaciones sobre quiénes son los creadores que dan nombre a los premios. Prescindible, incluso ahora, cuando la platea es más política que cultural. Tanto es así, que los discursos también fueron encaminados a cambiar esa tendencia. Para ello, el regidor de Cultura i Esports, Fernando Gilet, rememoró los orígenes de los galardones, que «fueron cambiando sus especialidades premiadas, siempre con el espíritu de reconocer la libertad de expresión creativa». Acabó reconociendo que «Palma, más que nunca, necesita de la cultura para revalorizar su relación con el mundo». Además de su espaldarazo al mundo del cómic, Gilet habló de «unidad en la diversidad» y de mayor consumo cultural. En la misma línea se mantuvo el alcalde, Mateo Isern. Mensajes reiterativos, eso también. «La cultura crea sociedad, modela el alma de un pueblo», «aporta valores intrínsecos al ser humano», dijo. Isern reconoció el momento difícil que vive el sector y «los pocos recursos» que tienen las instituciones para apoyarlo. El alcalde citó en varias ocasiones al recientemente desaparecido Cristóbal Serra para hablar de la «imaginación» para alcanzar nuevos retos, para aspirar al reconocimiento «internacional». Recordó el trabajo de la Fundación Miró, en cuanto a proyección; alabó las iniciativas de los galeristas, animó a buscar aires nuevos y habló de trabajo conjunto entre lo público y lo privado.

Más allá de los discursos, la gala fue como siempre. Ni más ni menos. Eso sí, La Balanguera final, arropada, aunque silenciosamente, por el público en pie fue un punto. Un 'detalle'.

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