«La Seu siempre padece». Esta frase, rescatada del siglo XVII y pronunciada antes del desplome de la fachada principal del templo, continúa vigente. Resulta difícil que una construcción con nueve siglos de historia, situada junto al mar y sobre la Síquia Real, no sufra por culpa del paso del tiempo, de la climatología, la contaminación, la humedad y la sal, entre otros agentes externos. En el pasado lo tenían muy claro e igual ocurre hoy. Un ejemplo es la Capella del Baptisteri, situada a los pies del templo y finalizada en 1794, cuyas paredes se deshacen debido a la humedad, motivo por el que no se utiliza. El Cabildo ha presentado en Patrimoni Històric del Consell un proyecto de restauración.
Así lo contó la profesora de Historia del Arte de la UIB, Mercè Gambús, durante las jornadas dedicadas a El bisbe Nadal i la Catedral de Mallorca en el Bicentenari de la Constitució de 1812 , organizadas desde el Archivo Capitular la pasada semana.
Si uno pasa la mano por las paredes de la citada capilla comprueba que la piedra se vuelve arena debido a las «filtraciones de humedad», como demostró Gambús durante una visita guiada por el templo a los participantes de las citadas jornadas.
En la elaboración del proyecto de rehabilitación, «hecho con el máximo rigor», ha colaborado hasta el Instituto Nacional del Patrimonio. El deterioro es tal que la inscripción de la lápida que se colocó tras la pila bautismal cuando finalizaron las obras ya no se puede leer, inscripción que fue dictada desde Roma por el jesuita Bartomeu Pou. La arquitectura de la capilla, neoclásica, se atribuye a fray Miquel de Petra y la pila es una pieza de mármol rojo, decorada con guirnaldas de bronce, imitando un sarcófago antiguo, según se explica en el libro La Seu de Mallorca , editado por Olañeta. Entre las columnas, la decoración se planteó a base de pinturas sobre tela que, tras su restauración, han sido retiradas para evitar que la humedad volviera a dañarlos.