Su ceño fruncido atiende a la implicación en unas respuestas sosegadas. El escritor Manuel Vicent tiene cara de sabio pero es más bien un genio, no sale de una lámpara en un mundo fantástico como el de Aladdin, sino de Castellón en 1936. Coincide con el personaje en el afán por el color azul en las camisas y en la perilla, menos desarrollada que el de Disney, pero blanca e impoluta. Como su discurso. Antes de conversar con los asistentes a las Converses Literàries a Formentor, atiende a este periódico.
—Hablará de náufragos en la literatura. ¿Qué relación tienen con los políticos?
—Se naufraga también en la política. El naufragio es siempre un peligro y las tempestades llegan hasta los despachos más altos.
—¿Faltan ‘Ulises' en política?
—No es un ejemplo de moral, es un héroe.
—¿Hay héroes en política?
—Sí. Las épocas heroicas en política son las que la gente vive más angustiosamente. Son las guerras, las grandes crisis. La felicidad de una sociedad siempre es la decadencia.
—En su penúltimo artículo en El País habla de la vinculación del periodista al político. ¿Es irremediable?
—Vivimos en una época de un periodismo absolutamente contaminado por una política mediocre. Los medios están todos contaminados.
—¿Aún tiene legitimidad el 15-M?
—El 15-M es un fermento y mientras sea así siempre será un horizonte inconcreto que a medida que te acercas se va retirando, nunca se alcanza. El día que lo consiga será un partido político.
—¿Y la monarquía?
—La legitimidad de la monarquía se la tiene que ganar cada uno por sí mismo a partir de ahora. Esa legitimidad histórica, ese avatar seminal de generar príncipes hoy ya no tiene sentido. Está desgastada, pero es un aparato que todavía funciona.
—¿Echa de menos las crónicas parlamentarias?
—No. Aquello fue un buen momento, el bar del Congreso en los años 77-78 era el mejor sitio donde se podía estar en España.
—¿Qué le llevó a escribir Aguirre, el magnífico?
—Era un personaje muy interesante, casi de ficción. Sintetizaba una forma moderna del ruedo ibérico.
—Como antitaurino confeso, ¿qué le parece la vuelta de las corridas a TVE?
—Es una desgracia. Estamos volviendo a un casticismo casposísimo.