Danza Invisible fue un ovni que colisionó aparatosamente contra el pop nacional, un cuerpo extraño repleto de referencias sugerentes capitaneado por una voz que había ingresado en la liga de las promesas más excitantes. Hoy en día carecen de ese factor ‘sorpresa' que les catapultó al éxito. Sin embargo, nada cambia en su horizonte, la misma intensidad al servicio de unas canciones que sacan punta a las emociones, colocando un marca pasos en cada ritmo y muelles en los bajos, el mismo artefacto que agitó a las masas sigue incorruptible. Con motivo de las fiestas patronales de Felanitx, el grupo actuará en el Parc Municipal Sa Torre el próximo 24 de agosto, a las 23.00 horas.
Javier Ojeda, líder del cuarteto malacitano, confiesa que «con el paso de los años ha cambiado mucho mi forma de ver la música. Antes era algo fascinante, ahora la magia ha desaparecido aunque conservo intactas las ganas de subirme a un escenario". No obstante su obra, como la uva de Burdeos, envejece espléndidamente sin renunciar al brillo melódico que la hizo trascender, haciendo suyos nuevos pliegues expresivos como el «el rock, el reggae o la balada».
La evolución está, no obstante, medida y sujeta a sus nítidos patrones habituales, ese tropicalismo contagioso artífice de temas como Sabor de amor, Reina del Caribe o su espléndida revisión del clásico de Van Morrison, A este lado de la carretera.
Ojeda no olvida los años en los que formó parte de La Movida. «Fue una época increíble, todos los que salimos en los ochenta teníamos el afán de cambiar el mundo, no pensábamos en términos como la fama o el dinero, simplemente queríamos emular a las bandas que nos gustaban», y vaya si lo consiguieron. Su legado, quien lo duda, ha quedado petrificado como un evangelio en la memoria colectiva del país.
Danza Invisible.
Parc Sa Torre de Felanitx. Viernes día 24 de agosto, a las 23.00 horas.