El escritor y periodista cultural Antón Castro (A Coruña, 1959), responsable del suplemento Artes y Letras del periódico El Heraldo de Aragón, traducirá el poemario El pis de la badia, de Miquel Àngel Riera (Manacor, 1930 – Palma, 1996). Castro ya tradujo al castellano la novela Els déus inaccessibles, que Destino publicó en el año 1992.
—¿Cómo se le ocurrió traducir a Miquel Àngel Riera?
—Conocí a Miquel Àngel en la presentación de Illa Flaubert en Zaragoza en 1992 y, hasta su muerte, nos tratamos mucho. Tenía una versión en castellano de Els déus inaccessibles que era un poco rígida. Le retraduje dos páginas y se las leí por teléfono. Me dijo que no parecía el mismo libro. Empezó así una relación muy especial. En el año 1995 fui por primera vez a Mallorca. No sabía que la bahía de Palma era tan espectacular. Me quiso enseñar la mejor vista, que era la del piso de la bahía, como el título de su último poemario. Esa casa era un nido de amor para él y para Roser, su mujer, un refugio de enamorado, de poeta y de escritor.
—¿Cómo recuerda a Miquel Àngel Riera?
—Era un señor de una gran cercanía, te hacía sentir importante. Te dejaba aproximarte a su espacio afectivo. Era un escritor de psicologías, personajes y mundos interiores. Su escritor preferido era Lampedusa. Hizo algunos viajes a Sicilia, uno me lo contó por carta. Le fascinaba El gatopardo. Ese libro está metido en Crónica lasciva de una decadencia.
—Ahí hay puntos en común con Llorenç Villalonga.
—Miquel Àngel era un escritor del alma y del tormento. Tiene el desgarro del poeta. Alguna vez me citó a Villalonga. Le interesaban los grandes autores centroeuropeos, como Thomas Mann. Se sentía vinculado a Dostoievski, a esa manera de contar, a los personajes que vivían en la ardiente oscuridad, un poco a la manera de Unamuno. Volvimos a quedar en Barcelona a principios del 96. Yo dirigía una editorial, le dije que íbamos a traducir El pis de la badia y que lo publicaríamos en Olifante. Leímos juntos los poemas, él hizo una traducción aproximada y casi literal. Yo la grabé. Así tendría una idea aproximada para después afinar.
—¿Qué pasó con esa cinta?
—La perdí al cambiar de piso. Riera era muy detallista. Los aspectos modales del lenguaje le preocupaban mucho. El pis de la badia es un libro de madurez, de declaración de amor a una mujer, a un espacio y a un estilo de vida.
—¿Qué dificultades conlleva traducir a Miquel Àngel Riera?
—Es un escritor con un aroma antiguo. Parece de los años 40 o 50. Le gustaba Stendhal, Flaubert, la Biblia. Tiene esa dificultad de ser preciso. Me decía que alguna traducción era imposible en castellano. Cuando estás enamorado de algunas palabras, te suenan de manera especial.
—Riera es uno de los mejores autores mallorquines del siglo XX, pero quizás ya no se le recuerde lo suficiente.
—Es una literatura intemporal, más bien con poco diálogo, sin demasiado humor, sensual y seria, sobre el mundo del viaje interior y los grandes dilemas del mundo, filosófica y sensual a la vez, exige lentitud y calma. ¿Hay algún escritor más olvidado que Cela? Parece como si le estuviésemos cobrando algo. Pasan por el purgatorio de muchos escritores. Pienso en Carlos Fuentes: ¿quién lo va a leer si no hay alguien que lo recupere? Tampoco creo que se lea mucho a Villalonga. No sabemos nunca cuándo los escritores resucitan. Estoy seguro de que Riera resucitará.