Acompañado por la Escolania de Montserrat, el monje, erudito y editor mallorquín Josep Massot i Muntaner (Palma, 1941) recibió ayer el 44 Premi d'Honor de les Lletres Catalanes en el Palau de la Música Catalana de Barcelona. El director de Publicacions de l'Abadia de Montserrat fue distinguido por «ser un modelo ejemplar de dedicación a la cultura catalana», según el jurado del premio promovido por la entidad Òmnium Cultural.
El profesor Damià Pons presentó a Massot i Muntaner, que fue recibido por el público con una ovación de más de cinco minutos. El filólogo agradeció a «las personas que me han permitido desarrollar una actividad incesante, a menudo escondida e incluso clandestina, a favor de nuestra lengua y de nuestra cultura». El estudioso aseguró que «en el monasterio de Montserrat, que combina catalanidad y universalidad, he aprendido durante casi 50 años a servir a los otros y a trabajar en la lucha por los derechos humanos y los derechos de los pueblos». Massot i Muntaner repasó su trayectoria en la abadía y sus estudios en Alemania. «Ahí se me abrieron las puertas de un mundo muy diferente al de la dictadura franquista y entré en contacto con una lengua y una cultura que me permitieron completar la formación esencialmente francesa que había tenido hasta el momento» dijo.
Al detallar su vastísima tarea en Montserrat, Massot i Muntaner dio las gracias al abad Josep Maria Soler, presente en el acto, de quien afirmó que «ha mostrado siempre un interés por el diálogo entre la cultura y la fe». La Escolania de Montserrat interpretó Moreneta en sou y el Virolai , de Verdaguer y la canción popular La dama d'Aragó . El galardonado expresó su preocupación por «los momentos difíciles en las Balears y en el País Valencià», y se solidarizó «con todos los intentos de conseguir que el gobierno del presidente Bauzá haga marcha atrás en las medidas claramente lesivas contra nuestra lengua, que necesita una protección especial». El monje se refirió al presidente Fabra, para que «se esfuerce en defender la lengua propia del País Valencià, que llegó con Jaume I en el siglo XIII y que es el vehículo de comunicación con las otras tierras que deberían ser hermanas y no rivales».
De la crisis, el religioso reiteró «la urgencia de que todos seamos conscientes de las dificultades y los retos que nos asedian, y que no pensemos que todo está resuelto por el simple hecho de que hay libertad para todo tipo de iniciativas y que todo funciona sin el esfuerzo de nadie». El premiado concluyó su parlamento con un ánimo compartido, el de «estudiar y divulgar nuestra lengua, nuestra literatura y la memoria histórica de unas épocas que algunos querrían borrar del mapa y dar por inexistentes», y fue despedido con un clamor popular a favor la independencia catalana.