Natalia Millán es la vitalista y espléndida anticuaria de la serie de televisión Amar en tiempos revueltos , pero, sobre todo, desde hace dos años, es la nueva Carmen Sotillos de Cinco horas con Mario , la obra teatral basada en la novela homónima de Miguel Delibes que Lola Herrera paseó con gran éxito por toda España. Ella ha recogido el testigo y también ha triunfado ante la crítica y el público interpretando a esa mujer de la España franquista en una tragicomedia que habla de la incomunicación o la soledad. Hoy y mañana la pueden ver en el Auditorium de Palma.
-La España de hoy es distinta de la que vive la protagonista. ¿Influye eso a la hora de abordar el texto?
-Es un texto tan maravilloso que no hay que intentar tocarlo. Uno de mis objetivos era ser un vehículo lo más neto posible entre la pluma del señor Delibes y la oreja y el ojo del espectador, porque es un texto tan rico que hay que intentar respetarlo al máximo. Además, hace un retrato tan perfecto de aquella época, tan lleno de detalles, de matices, de humor, ternura y de crítica a la vez, que, ¡quién soy yo para tocar una coma!
-Carmen Sotillos era una mujer conservadora en una España muy conservadora y hoy nos dirigen políticos conservadores. ¿Podríamos encontrar ahí una relación?
-Afortunadamente, la España de hoy no es tanto como aquella, pero sí se puede hacer mucha autocrítica a través de lo que ella dice. Hay varios mensajes en la obra y uno de ellos es que esta mujer asume los principios que le enseñan, que recibe de su madre, que a su vez ésta recibió de la suya, y mensajes del entorno familiar y social, y los asume como propios sin cuestionar nada. Por eso creo que es una llamada a la reflexión, a platearse todo, no demos nunca nada por bueno, hay que cuestionarse, preguntarse, hay que ser crítico y autocrítico.
-Entonces las mujeres recibían una educación que no les permitía plantearse casi nada.
-Sí, porque, entre otras cosas, en el momento en que se plantearan algo y pusieran en duda lo que se les decía, se les desmoronaba el mundo; era necesario desmoronarlo, pero eso asusta mucho. De hecho, a esta mujer todos esos principios la limitan y la mutilan como mujer, pero ella los defiende con uñas y dientes y tiene unas contradicciones... pero este es el final de la función y no puedo desvelarlo.
-Cuando le ofrecieron el papel que con tanto éxito representó Lola Herrera, ¿se planteó algunas dudas o miedos?
-Este era un caso muy excepcional porque el papel estaba, y sigue, muy asociado a Lola Herrera. Además, ella fue el motor de este proyecto cuando leyó la novela y decidió hacerla en teatro contra el consejo de todo el mundo. Era tan ella que se ampliaba mucho el tema de las comparaciones, lo que pasa es que yo no lo pensé.
-¿Por eso de que es un personaje muy jugoso?
-Yo sólo pensé ¡ Cinco horas con Mario , un monólogo, Carmen Sotillos, que maravilla de texto!, y dije sí sin pensar más. Fue después, cuando se acercaban las fechas del estreno y en las entrevistas todo el mundo me hablaba de Lola Herrera, cuando pasé un poco de miedo, pero, afortunadamente, todo ha salido bien.
-Las críticas han sido muy buenas y dicen que usted aporta su personalidad, otra sensualidad.
-Uno aporta de sí mismo lo que entiende del personaje y después lo aderezas con tus vivencias, tu memoria personal y sensorial. También tengo que decir que trabajo con el mismo equipo que estuvo con Lola, la misa directora, Josefina Molina, el mismo productor, José Sámano. Se me ha dado libertad total para construir el personaje, pero yo tenía ahí unas bases muy sólidas.
-¿Es verdad que resulta duro interpretar un monólogo?
-Tenía mucha curiosidad por probarlo y preguntaba a compañeros que lo habían hecho. Algunos actores dicen que cuando se baja el telón queda una gran soledad, pero yo lo disfruto antes, durante y después. Tiene algo de trance, porque requiere mucha concentración, estás allí sola, pero también hay mucha mayor conexión con el público, yo soy muy consciente de cómo está recibiendo el público la obra.