«Aquel rubio de Albacete/vino, madre, y me miró./¡No lo puedo mirar yo!/Aquel rubio de los trigos/hijo de la verde aurora/alto, sólo y sin amigos/pisó mi calle a deshora». Estos versos, que ayer publicaba el diario El País en una información exclusiva sobre Federico García Lorca, se los escribió el poeta granadino, en 1936, a Juan Ramírez de Lucas (Albacete, 1917 - Madrid, 2010) quien, según el libro Los amores oscuros , que saldrá el próximo día 22, fue «la última ilusión amorosa de Lorca». Juan Ramírez de Lucas, que estuvo muy vinculado a Mallorca, donde aún viven dos de sus hermanas, fue crítico de arte, coleccionista y mantuvo esta relación de juventud en secreto. Sólo quiso que saliera a la luz tras su fallecimiento.
Manuel Francisco Reina, el autor del libro, que editará Temas de Hoy, explicaba ayer a este diario que, tras una «exhaustiva investigación», esta historia saldrá en forma de «novela testimonio, con nombres y hechos reales porque creo que es la fórmula más adecuada para que entre a la gente ya que el ensayo es más árido». El libro, añade, «va a aportar luz y puede abrir nuevas vías de investigación».
¿Cómo pudo Juan Ramírez guardar tanto tiempo un secreto como éste? «Pues yo creo que, por un lado, quería contarlo, pero, por otro, ocultarlo, porque, no nos engañemos, suponía mucho de alegría, pero también de sufrimiento, porque une relación así en España estuvo mucho tiempo considerada como delito penal».
Juan y Federico se conocieron en Madrid, al final de la República, a donde el primero había sido enviado a estudiar, aunque él quería ser actor. Tras el golpe de Estado de Franco, Lorca, que era un conocido intelectual de izquierdas, corría peligro y juntos deciden huir a México. Juan, que entonces tiene 19 años, era menor de edad y necesita el permiso paterno para viajar fuera de España, por lo que regresa a Albacete para solicitarlo y su familia, conservadora, se opone. En la Península los acontecimientos se precipitan, Lorca es detenido y asesinado y Juan se queda solo con su historia de amor. «Yo creo que el pobre Juan siempre se sintió responsable de la muerte de Federico porque éste no se fue a México por esperar a que él consiguiera el consentimiento paterno. Fíjese si Federico estaría enamorado que no se fue y si se hubiera marchado se habría salvado; pero para Juan, que no tuvo culpa de nada, ésta era una vivencia terrible».
Sobre esta relación ahora desvelada, el autor del libro apunta que en la postguerra, Agustín Penón, «un exiliado hijo de exiliados que volvió a España para investigar la muerte de Lorca», ya hablaba de ella. «Creo que a Penón no se le ha hecho justicia porque acertó en todo en el caso de este amor».