Salvo en las actuaciones de Amaral y Miguel Bosé, hacía tiempo que el Coliseo Balear no registraba tan buena entrada. Según la organización, alrededor de 3.000 personas se repartieron ayer por la noche entre el graderío y el tendido para ver la actuación del mexicano Luis Miguel. Allí se reunió un publico más heterogéneo que nunca, desde veinteañeros hasta los que ya pasaban la cincuentena e incluso algún teenager.
La plaza de toros era un hervidero de fans y a los clásicos puntos de venta de bocadillos, refrescos y tentempiés se añadieron un puesto de merchandising y diferentes puntos de atención sanitaria. La organización, al menos desde fuera, parecía funcionar como un cronógrafo suizo: las numerosas puertas abiertas evitaban los clásicos colapsos.
Noche primaveral, apenas 16 grados de temperatura, que, al cierre de esta edición, estaba previsto que cayeran hasta unos llevaderos 14 grados.
El concierto comenzó con 17 minutos de retraso, justo cuando el publico comenzaba a inquietarse, en un escenario sobrio flanqueado por dos pantallas gigantes que mostraban primeros y segundos planos de los movimientos del cantante y que a sus 42 años aún conserva un rostro de adolescente aletargado.
El primer tema que sonó fue Te propongo esta noche; el segundo corte: Suave, de su elepé No culpes a la noche, del año 2009. Como acostumbra, Luis Miguel vestía traje oscuro y el primer hit de la noche fue somos novios, uno de sus clásicos más icónicos.
Como casi siempre, el sonido de la Plaza de Toros raya a buena altura. Teclados, coristas, batería, bajo, guitarra, saxofonista... Justo cuando la crisis empuja a la mayoría de artistas a mostrarse en ‘clave acústica' para minimizar gastos, Luis Miguel se saca de la manga una gira mastodontica en la que, salvo por el austero escenario, no ha reparado en gastos. Al concluir la tercera canción se dirigió al publico y presentó su bolero Tres Palabras diciendo: «¿Qué tal si nos ponemos románticos...?». La noche seguía, aunque debíamos cerrar esta crónica.