La biblioteca personal de Bernat Torrandell conserva la que ha sido una de sus pasiones, la obra de su padre, el maestro Antoni Torrandell (...). El hijo del reconocido músico y compositor acaba de editar un volumen «artesanal» de más de 500 páginas que recupera apuntes biográficos, un catálogo completo de la obra de Torrandell, fragmentos de composiciones, correspondencia o fotografías. Bernat Torrandell, que ayer cumplió 90 años, no desiste en su afán de que la obra de su progenitor «ocupe el lugar que le corresponde».
-¿Qué nos cuenta de nuevo sobre Antoni Torrandell?
-Lo que aparece en esta obra está todo documentado. Lo que sé de mi padre y de otras cosas, como no está documentado, no lo cuento. Porque luego la gente no se lo cree. He leído muchas biografías de músicos que dicen que se levantaban por la noche y componían... ¡Esto es mentira!
-¿Su padre no lo hacía?
-Qué va...
-Este volumen recoge material inédito.
-Muchas cosas las conservo de mi abuelo. Mi padre no guardaba nada. Joan Mª Tomàs, como recoge el prólogo, decía que mi padre era muy modesto. No se preocupaba de los recortes de prensa, ni de lo que se decía. Sólo de la música.
-¿Tuvo grandes amigos?
-Aquí se relacionó con Mas Porcel y Joan Mª Tomàs. Por ejemplo, tuvo buena relación con Manuel de Falla. Fueron grandes amigos. En las cartas, que se publican aquí, se muestra la buena relación que tenían. Se adoraban y congeniaban.
-Sería interesante dar a conocer todo eso. ¿Se publicará?
-Nadie va a publicar esto. Nunca he recibido ayudas de nadie. Mire, en la Catedral no hay obras de mi padre. Esperaba que me las pidieran, pero las di yo.
-¿Aquí no se le ha reconocido como usted esperaba?
-En la biblioteca del Congreso de Washington hay obras de mi padre, pero también en la Biblioteca Nacional de París, en la Universidad de Cambridge, en la Biblioteca Pública de Nueva York, en Australia, en Japón. En Cambridge se recogen los nombres de los grandes compositores del siglo XX y están mi padre y Samper. Dos mallorquines únicos. Aquí nada, nada... A la Orquestra Simfònica le di copia de todas las partituras de mi padre y material. Y sí, me dieron las gracias y ya está.
-Está molesto...
-Lo que me duele es que tocando sólo una obra cada año, que es lo máximo que se hace aquí, hay que esperar 30 años para volver a escucharla. Cierto que también tienen que dar cabida a otros compositores.
-En este libro, afortunadamente, hay grandes maestros que reconocen la obra de su padre, su calidad y complejidad.
-Sí. Por ejemplo, hay una carta de Edmon Colomer en la que dice que el Requiem tiene dificultades que superan las posibilidades de la mayoría de los coros españoles y que sólo un coro de la talla del Coro Nacional puede defenderlo.
-Volviendo a la Isla, ¿su padre se arrepintió de dejar París y volver a Mallorca en 1933?
-Después de que no le aceptaran entrar como profesor en el Conservatorio. Pensó en volver a París. Pero llegó la Guerra Civil.
-¿Él quiso que su legado se quedará aquí o fue cosa suya?
-No. Él nunca habló de nada de esto. Soy yo. Era un hombre del siglo pasado. Era una persona buena, demasiado bueno y modesto.
-Sería impensable lo que se ha hecho con la obra de Torrandell si no la hubiera dado a la SGAE y al Instituto Complutense de Ciencias Musicales.
-No, que va. Ha sido gracias al musicólogo Ramón Sobrino. Es el embajador de la obra de mi padre. Le debo mucho, si no la obra hubiera quedado ahí...
-Según Sobrino, si su padre se hubiera nacionalizado francés su trabajo hubiera cobrado otra dimensión.
-O si hubiera sido catalán. Si se hubiera ido a vivir a Madrid o a Barcelona también hubiera sido distinto. Aunque también mi padre pudo escribir más al estar aquí, al estar solo en el campo, sin nada que le distrajera.
-¿Lo ha conseguido?
-Yo he vivido para reivindicar la obra de mi padre. He conseguido muchas cosas gracias a Ramón Sobrino. Me gustaría una cosa más, mi ilusión sería que Palma le hiciera hijo adoptivo.