Palma de Mallorca, principio de los años 80. Un adolescente está sentado en el bordillo de la Plaça de sa Quartera, en pleno barrio chino. Está con sus amigos hablando mientras sueña con ser dibujante sin imaginar que, treinta años después, iba a conseguir el Premi Ciutat de Palma de Còmic por un libro en el que contaría su vida, mientras que todos los que le rodeaban en ese momento habrían muerto. Esta es la historia de su adolescencia. La historia de Gabi Beltrán. Las Històries del barri.
Esta semana hemos recorrido con él las calles que se reflejan en el libro, en las que recordó cómo era la vida entonces. «Aquí [señalando la calle Bosch] vivía mi abuela». En la Plaça de Salvador Coll mira el párking «donde íbamos muchas veces», y que aparece en el libro. Durante el paseo observa que algunas cosas han desaparecido, como el banco del limpiabotas que había en la Plaça Major, junto a la calle Sant Miquel, «que utilizábamos para sentarnos». Y no olvida el piso en el que vivió, «aunque haya cambiado mucho».
Sentado en la Plaza de sa Quartera, Gabi Beltrán hace balance de lo que ha cambiado: «Es raro para mí estar aquí tomando algo en esta terraza. Yo me sentaba mucho en esta plaza, en el bordillo de las aceras, y no pasaba ni Dios por las calles, salvo algún coche. Antes no había árboles y de noche era impensable ver a nadie, no como hoy en día, que la gente incluso, se va a comer tapas. Ya no se ven prostitutas en las esquinas ni bares de alterne. Se podría decir que ha mejorado, pero me imagino que lo malo que había se ha trasladado. Pero el barrio se ha embellecido y arreglado».
Uno de los cambios más «sorprendentes» es el que ha sufrido un edificio de una travesía de la calle Sindicato. «Ahí vivía mi amigo Joaquín», que aparece en el libro y murió de sobredosis. «Recuerdo que era una casa muy grande, pero se caía a trozos. Ahora tiene un portal maravilloso y se puede ver una balconada espectacular, nunca pensé que podría ser tan bonita».
Como le sucediera a Joaquín, muchos de los que vivieron aquí, «gente que conocía», han muerto. «Las drogas se llevaron a muchos, otros murieron de sida, que al principio no sabías ni qué era ni cómo te podías contagiar, y también los hubo que fallecieron debido a la violencia. De mis amigos de entonces raro es el que pasó de los treinta años».
Beltrán consiguió salir del barrio y dedicarse a lo que le gusta, aunque ahora, con la crisis, vive una situación complicada. «Mi única esperanza para no tener que verme en la calle es que el libro funcione. Desde que perdiera mi trabajo por una ERE descomunal, no me queda mucho más». Històries del barri acaba de salir en catalán (Dolmen) y castellano (Astiberri) y el pasado viernes se presentó en FNAC, en Madrid. «Si tuviera una buena acogida, miraría de hacer una segunda parte, de la que ya tengo algunas anotaciones».