La restauración de los mosaicos encontrados en la ciudad romana de Pol·lèntia entre 1923 y 1935 está a punto de finalizar y la firma el experto Alfredo Àlvarez, que ha trabajado por encargo del Ministerio de Cultura, que la financia. Se trata de un conjunto de piezas sin datar, aunque, de momento, su factura se enmarca entre los siglos I y II después de Cristo, fecha que puede cambiar en breve. Tampoco existe mucha información sobre los mismos, pues nunca han sido investigados a fondo.
Por este motivo, desde el museo acometen un estudio en profundidad que incluirá la memoria de restauración. La investigación la llevarán a cabo Rosa Maria Aguiló y Joana Maria Palou, conservadora y directora del museo, respectivamente, en colaboración con Alfredo Àlvarez.
Los mosaicos, que provendrían de una casa pudiente, han sufrido varias intervenciones a lo largo de los siglos. Palou comentaba estos días que «incluso en origen», es decir, cuando decoraban el pavimento de alguna villa de la zona de Alcúdia.
Durante las primeras excavaciones de Pol·lèntia fueron extraídos a trozos, lo que afectó a la composición decorativa, y después depositados sobre un lecho de hormigón, algo que con las actuales técnicas de conservación resultaría impensable.
Los romanos colocaban las teselas, las pequeñas piezas de mármol que componen el mosaico, sobre un mortero que hacía las veces de cama de las mismas. Unas y otro se han visto afectadas por el cemento. Una limpieza y una labor de conservación preventiva les ha devuelto a la vida, aunque el cemento no se ha quitado por falta de presupuesto, y se ha actuado más sobre los mosaicos que sobre la base.
Ninguno de los fragmentos, una veintena de ellos de gran tamaño, está completo, pero la directora del museo destaca su calidad y señala que «merecen una exposición temporal» que se completaría con «el proceso del estudio y de la restauración».
Grecas geométricas, elementos vegetales o animales forman el grueso de la decoración y, ya limpios del polvo de años, su tonalidad está más cerca de la original.
Son escasos los restos de mosaicos encontrados en Mallorca. Además de estos, contamos con los de los de las basílicas paleocristianas de Son Fradinet (Campos) y Son Peretó (Manacor) y los perdidos de Cas Frares, de Santa Maria, «que desaparecieron cuando se labró un campo, aunque como allí nunca se excavó no sabemos si quedan restos; se sabe de ellos por documentación del siglo XIX», recordó Palou.