Ocho músicos y un tipo, carboncillo en mano, aplicándose en los trazos de un lienzo acompañaban a Jairo Perera, o lo que es lo mismo, Muchachito Bombo Infierno, sobre el escenario del Parc de sa Torre de Felanitx, el pasado sábado, durante la segunda verbena de la localidad.
Perera encarna las ganas de vivir de las nuevas generaciones del mestizaje, esa que se arrima con pasión a los rescoldos del jazz, el pop y la rumba para delinear su propio recorrido. Músico de sonido en continúa mutación y letrista poco ortodoxo, presentó Idas y vueltas (2010), su último despacho de regocijo, hilaridad y noctambulismo ante alrededor de 1.500 personas.
A pesar de que la rumba canalla haya podido enrarecerse con infumables subproductos, la armonía clásica de Perera encaja con esas historias de amoríos, despechos y pequeñas tragedias como anillo al dedo. Sonaron sencillos y directos, bordeando esos lugares de la memoria donde la noche y el libertinaje son el motor generador de inquietudes y alegrías. Pero sin sorpresas ni grandes alardes interpretativos, aunque desborden sentimientos, sus canciones no son ningún hallazgo generacional.