«Volver a la esencia del flamenco, retomar los principios con un reciclaje y una austeridad muy grande». Con estas palabras describe Rafael Amargo el propósito de su nuevo espectáculo, cuyo título, Solo y Amargo , indica muy bien por dónde van los tiros. El bailaor se «enfrenta» al público en solitario en este montaje flamenco que se podrá ver hoy y mañana, a las 21.30 horas, en el Teatre Principal de Palma, espacio que cerrará su presente temporada con esta obra.
Solo y Amargo es una «experiencia muy personal, intimista y donde he querido poner de manifiesto que calidad no es siempre comparable a cantidad», indica el artista, quien asegura que «con menos cantidad ha hecho más calidad». «A veces, el público no entiende esto y, en ocasiones, hay que ofrecerle artificios y espectáculo sin emoción para que les guste la obra. Una cosa es el show y otra es el arte», sentencia.
Con este espectáculo, «lleno de arte y pasión», el artista se estrena en solitario. Y lo hace en una obra que es «cien por cien Amargo». «Fue duro, porque era la primera vez que me despojaba de muchísimos artificios y artilugios. Sentí que debía saldar una deuda conmigo mismo, las ganas de estar solo en el escenario y saber que podía hacerlo, al igual que un torero se enfrenta en solitario al ruedo», sostiene.
En las primeras representaciones del montaje, Amargo se desnudó «literalmente, aunque luego decidí cambiarlo. Era más importante desnudar el alma. Desnudando tu alma te sientes mucho más desnudo que mostrando tu cuerpo». Esta tarea en solitario «no ha sido fácil». «Lo más complicado fue saber que todo el peso del espectáculo recaía sobre mí», indica el bailaor, quien matiza: «Es una responsabilidad mayor y un reto que quise asumir».
A lo largo de su trayectoria, Solo y Amargo ha convencido a público y crítica. Ésta última asegura que «nunca había bailado tan bien como cuando hice El poeta en Nueva York».
Turquía e Israel son dos rincones del globo donde ya se ha visto esta obra que, próximamente, recalará en Sudamérica y Asia.